Todo lo que debes saber para tener un sueño profundo y restaurador
Sentirse cansado al despertar, dificultad para concentrarse y cambios en el apetito pueden indicar que el descanso no alcanza la fase profunda, esencial para la salud física y mental.
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Sentirse agotado al despertar, tener problemas de concentración durante el día y experimentar cambios en el apetito son señales de que el descanso puede no estar siendo verdaderamente reparador. Dormir más horas no siempre garantiza un sueño de calidad; lo que marca la diferencia es alcanzar la fase de sueño profundo, un período esencial para la recuperación física y mental.
La importancia del sueño profundo
El sueño profundo es la etapa más intensa del descanso nocturno, caracterizada por ondas cerebrales lentas y un estado de relajación casi total del cuerpo. Durante esta fase, el organismo realiza funciones vitales: la reparación de tejidos, la consolidación de la memoria y la regulación de hormonas que controlan el apetito y el metabolismo.
Sin un sueño profundo adecuado, se incrementa la sensación de fatiga, la capacidad de concentración disminuye y aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares y metabólicas.

La ciencia indica que la cantidad de horas dormidas no es suficiente si no se alcanza un sueño de calidad. La transición por todas las fases, incluida la profunda, es lo que permite que el cuerpo y la mente se recuperen plenamente. Aquellos que duermen largas jornadas pero con interrupciones frecuentes o sin alcanzar la fase profunda pueden sentirse tan cansados como quienes duermen menos.
Estrategias para mejorar el descanso
Lograr un sueño profundo implica más que acostarse temprano. Existen hábitos y ajustes en el estilo de vida que pueden favorecer una noche realmente reparadora:
Mantener un horario regular para acostarse y despertarse, incluso los fines de semana.
Crear un ambiente propicio para dormir: habitación oscura, fresca y silenciosa.
Limitar el consumo de cafeína y alcohol varias horas antes de acostarse.
Evitar el uso de pantallas electrónicas al menos una hora antes de dormir.
Practicar técnicas de relajación como meditación, respiración profunda o estiramientos suaves.
Estas medidas no solo ayudan a conciliar el sueño más rápidamente, sino que incrementan la proporción de tiempo que se pasa en la fase profunda, potenciando los beneficios físicos y mentales del descanso.

Factores que afectan la calidad del sueño
Varios elementos del entorno y el estilo de vida influyen en la calidad del sueño profundo. El estrés y la ansiedad son de los principales disruptores, ya que activan sistemas de alerta que impiden la relajación completa. La exposición a luz intensa durante la noche, la falta de actividad física o incluso problemas médicos como la apnea del sueño también reducen el tiempo en la fase profunda.
El equilibrio entre alimentación, ejercicio y manejo del estrés es fundamental. Una rutina diaria que combine actividad física moderada, una dieta equilibrada y momentos de desconexión mental favorece la recuperación nocturna.
Finalmente, ciertas prácticas como la lectura ligera antes de dormir, la música relajante o la aromaterapia pueden contribuir a inducir la relajación necesaria para alcanzar un sueño profundo.
El Litoral

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