Pocos lo saben: por qué el rojo y el verde se convirtieron en los colores de la Navidad
Lejos de ser una elección decorativa al azar, estos tonos tradicionales tienen un fuerte origen histórico, religioso y cultural que explica su vigencia en las celebraciones navideñas
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Con la llegada de la Navidad, los hogares se llenan de luces, árboles y adornos que repiten una combinación inconfundible: rojo y verde. Aunque hoy forman parte del paisaje habitual de diciembre, estos colores no fueron elegidos por casualidad, sino que arrastran significados que se consolidaron a lo largo de los siglos.
Muchas tradiciones navideñas están cargadas de símbolos cuyo origen suele pasar desapercibido. El uso predominante del rojo y el verde es uno de ellos y responde tanto a creencias religiosas como a factores culturales y climáticos.
El significado religioso de los colores
Desde la tradición cristiana, el rojo representa la sangre de Cristo, el sacrificio y el amor divino, además de vincularse con la fuerza del Espíritu Santo. Es un color asociado al compromiso, la entrega y la pasión.
El verde, en cambio, simboliza la esperanza, la vida y el renacimiento. Estos valores están estrechamente ligados al mensaje central de la Navidad, que celebra el nacimiento y la renovación espiritual.

El aporte de la psicología del color
Más allá de lo religioso, la psicología del color también ayuda a entender esta combinación. El rojo transmite energía, intensidad y vitalidad, lo que explica su fuerte impacto visual en decoraciones y celebraciones.
Su asociación moderna con la Navidad se reforzó durante el siglo XX, especialmente a partir de la década de 1930, cuando campañas publicitarias difundieron la imagen de Papá Noel vestido de rojo, una representación que terminó por consolidarse a nivel global.
El verde aporta equilibrio visual y emocional. Se asocia con la calma, la armonía y la naturaleza, y está ligado a elementos clásicos de la Navidad como los pinos, el muérdago y el acebo, plantas que desde la antigüedad fueron consideradas símbolos de protección y buena fortuna.
Una tradición nacida en el invierno europeo
En el hemisferio norte, la Navidad coincide con el invierno. Durante la Edad Media, cuando la nieve dominaba el paisaje, las plantas de hojas verdes y frutos rojos se destacaban como signos de vida en medio del frío y la oscuridad.
Ese contraste visual terminó de fijar al rojo y al verde como los colores característicos de la festividad, una tradición que se mantuvo con el paso del tiempo y se extendió a todo el mundo, incluso en regiones donde diciembre es sinónimo de verano.

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