Jabón blanco: por qué ya no es neutro y qué efectos tiene en la piel
Si fue fue considerado durante años como neutro y seguro, ya no conserva esas propiedades. Con fórmulas más alcalinas y compuestos químicos añadidos, su uso frecuente puede generar irritación, resequedad y desequilibrios en la piel
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Durante décadas, el jabón blanco se instaló como un producto infaltable en los hogares argentinos. Usado para lavar la ropa, limpiar superficies e incluso como opción económica para la higiene corporal, se ganó la fama de ser “neutro” y seguro para todo tipo de piel. Sin embargo, en los últimos años especialistas de la salud dermatológica advirtieron que esta etiqueta dejó de ser válida.
Los cambios en la industria, las nuevas fórmulas y la incorporación de componentes químicos en su fabricación modificaron las características de un producto que antes era prácticamente inofensivo. Hoy, lejos de ser un aliado, el uso del jabón blanco en la piel puede ocasionar reacciones adversas y agravar problemas dermatológicos preexistentes.
La falsa neutralidad
El término “neutro” suele asociarse a un pH equilibrado, es decir, cercano al de la piel humana, que ronda valores entre 4.5 y 5.5. Esa característica permite mantener la barrera cutánea en condiciones saludables, con suficiente hidratación y protección frente a microorganismos.
Sin embargo, la mayoría de los jabones blancos actuales poseen un pH mucho más elevado, cercano a 9 o 10. Esto significa que son alcalinos y, por lo tanto, más agresivos para la piel. El contacto frecuente con estas fórmulas puede barrer la capa lipídica protectora, favoreciendo la resequedad, el enrojecimiento y la irritación.

Además, la industria cosmética ha incorporado compuestos como conservantes, fragancias artificiales y blanqueadores que refuerzan la acción limpiadora, pero al mismo tiempo incrementan el riesgo de reacciones alérgicas. Lo que en otros tiempos era un jabón prácticamente natural, hoy se ha transformado en un producto más complejo y con potencial dañino.
Riesgos frecuentes
Los dermatólogos coinciden en que el uso continuado del jabón blanco para la higiene corporal ya no es recomendable. Aunque su bajo costo lo mantiene como opción en muchos hogares, los riesgos superan los beneficios. Entre los problemas más comunes se destacan:
Resequedad extrema: al eliminar la capa natural de grasa de la piel, deja una sensación de tirantez que con el tiempo puede derivar en descamación.
Irritación y enrojecimiento: especialmente en personas con piel sensible, puede generar ardor, picazón y manchas temporales.
Agravamiento de enfermedades cutáneas: en casos de dermatitis, psoriasis o eccemas, el jabón blanco tiende a empeorar los síntomas.
Alergias de contacto: los químicos agregados en su composición pueden causar brotes de urticaria o inflamaciones localizadas.
Desbalance de la flora cutánea: al alterar el pH, interfiere con las bacterias “buenas” que protegen la piel de infecciones.
El impacto negativo no solo se limita al cuerpo. Muchas personas utilizan el jabón blanco para la higiene íntima o el lavado del rostro, lo que multiplica las posibilidades de irritación y puede abrir la puerta a infecciones más serias.

Alternativas seguras
Ante la evidencia de que el jabón blanco ya no es un producto neutro ni seguro, la clave está en buscar alternativas más amigables con la piel. Existen jabones líquidos y sólidos con fórmulas específicas para piel sensible, que respetan el pH natural y carecen de perfumes o colorantes artificiales.
En cuanto a la higiene diaria, es fundamental comprender que “más limpieza” no siempre equivale a “mejor salud”. Un lavado excesivo con productos agresivos puede ser tan perjudicial como la falta de higiene. Lo recomendable es usar jabones suaves una vez al día y complementar la rutina con cremas hidratantes que refuercen la capa protectora.
Otro aspecto clave es prestar atención a las señales del cuerpo. Si después de usar un jabón la piel queda reseca, con picazón o irritada, lo mejor es suspender su uso de inmediato. El mercado ofrece opciones accesibles y variadas que permiten cuidar la piel sin resignar limpieza ni presupuesto.
Un producto con historia
El jabón blanco forma parte de la memoria colectiva de varias generaciones. Fue sinónimo de economía doméstica, de higiene segura y hasta de remedio casero para tratar manchas en la ropa o picaduras. No obstante, el paso del tiempo y las modificaciones en la industria hicieron que el producto ya no conserve las características que lo convirtieron en un clásico.
Hoy, más que nunca, es necesario derribar el mito de que se trata de un jabón neutro y seguro para la piel. Reconocer sus riesgos y elegir alternativas adecuadas resulta esencial para proteger la salud cutánea y prevenir complicaciones.
El Litoral

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