“Por motivos de seguridad, se cortó la luz y fue caótico, no se pudo prever semejante magnitud”, relató Pernicano, el preparador físico de Colón que socorrió a tres chicos que quedaron atrapados en la pensión.
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El 29 de abril de 2003 la jornada amaneció lluviosa en Santa Fe. Eso desencadenó la crecida histórica del río Salado desbordando y, en menos de cinco horas, un tercio de la superficie de la ciudad estaba bajo agua. La catástrofe provocó la muerte de 23 personas y otro centenar por causas directas e indirectas.
Un testigo en primera persona es Horacio Pernicano, preparador físico de Colón. A 20 años de la inundación, el profesor de educación física recordó la catástrofe que se vivió como una verdadera odisea para salvar a la mayor parte de los afectados.
Estuvo tres años en Colón con la primera de liga y, durante ese período, lamentablemente sucedió la inundación. “Santa Fe está rodeada de río, por el Este está la laguna Setúbal, pero por el Oeste está el río Salado. Todos calculaban que la laguna iba a desbordar, pero en realidad desbordó el Salado”.
Esto sorprendió, especialmente durante la noche. “Por motivos de seguridad, se cortó la luz y fue caótico, no se pudo prever semejante magnitud. Acá se lo relacionó con falta de infraestructura, pero la verdad que fue un desastre natural”, sostuvo.
Ese día, como cualquier miércoles, fue a entrenar y se encontró con un panorama desolador, con “dos metros de agua arriba. El escenario era realmente muy cruel, a tres cuadras del estadio ya no te podías acercar”.
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Según lo que describió Pernicano, el estadio está en una especie de pozo, rodeado por dos barrios de nombre Chalet y Centenario. “Ambos barrios estaban totalmente inundados y la desesperación de la gente era sacar a personas mayores y a chicos”. La escena era de película, con embarcaciones a motor transitando por las calles que se encontraban ocultas por un metro y medio o dos de agua.
Cuando llegó a las inmediaciones del estadio, se encontró con las autoridades del club desesperadas y preocupadas por cualquier persona que pudo quedar atrapada en las instalaciones. “Estaban tratando de ubicar una embarcación para llegar al estadio porque tenían la idea de que había gente adentro”.
En ese momento, Horacio, que trabajó mucho tiempo de guardavidas, decidió ‘mandarse’ y comenzar a nadar para llegar al club. “Iba agarrándome de los aires acondicionados para avanzar, el agua llegaba hasta ese nivel”, contó. Quien conoce la cancha de Colón “se tiene que imaginar que el agua estaba por arriba de la reja que vemos hoy, son dos metros literalmente”.
Siguió nadando hasta la pensión y el único lugar de reparo era un entrepiso del bar, donde los chicos almorzaban y cenaban a diario. “Me fui hasta ahí y encontré a tres chicos que esperaban ayuda allí”, dijo. “Realmente que la sociabilidad y la colaboración que se vio en esos días fue total”.
Con información de infobae
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