La última pirueta de Pavel: la tragedia que sacudió al mundo del parkour
El joven ruso de 20 años cayó desde un edificio de 16 pisos mientras realizaba un salto mortal en una azotea de San Petersburgo. Las imágenes del momento recorrieron el mundo.
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Pavel Kashin tenía 20 años, un cuerpo entrenado y una habilidad que lo convertía en un verdadero acróbata urbano. En el universo del parkour, era considerado un talento en ascenso: sus videos, donde saltaba de edificio en edificio con movimientos imposibles, lo habían llevado a ganarse un nombre en Rusia y a acumular miles de seguidores en las redes sociales. Pero el 3 de julio de 2013, su historia quedó trágicamente marcada por una imagen: la del instante en que perdió el equilibrio en el borde de una azotea y cayó al vacío.
La escena ocurrió en San Petersburgo, durante una sesión de fotos en la terraza de un edificio de 16 pisos. Pavel se preparaba para ejecutar uno de sus movimientos más llamativos: un backflip, o salto mortal hacia atrás, tomando impulso desde la cornisa. Como en tantas otras ocasiones, la maniobra parecía calculada, casi mecánica. Pero esa vez, algo salió mal.
Un salto sin retorno
Según relataron testigos presentes en la sesión, el joven completó el giro aéreo, pero al momento de apoyar los pies, su cuerpo se desequilibró. En cuestión de segundos, Pavel cayó al suelo desde una altura mortal. Los equipos de emergencia que acudieron al lugar no pudieron hacer nada para salvarlo. Su muerte fue instantánea.
La noticia impactó con fuerza en la comunidad de parkour de todo el mundo. Las imágenes tomadas momentos antes de la caída, con su figura suspendida sobre el cielo de San Petersburgo, se viralizaron como un crudo recordatorio de los límites que pueden alcanzar las disciplinas extremas.
Un referente del movimiento libre
Más allá del accidente, Pavel Kashin era admirado por su precisión, su creatividad y la fluidez de sus movimientos. En sus videos se lo veía desafiando la gravedad entre pasillos, estructuras metálicas y azoteas, muchas veces en escenarios urbanos inestables o sin medidas de seguridad.
“No lo hacía por fama, lo hacía porque sentía que volaba”, escribió un amigo suyo en redes sociales tras la tragedia. Para muchos jóvenes rusos, era una inspiración.
En el mundo del parkour, donde se prioriza el control del cuerpo sobre el entorno y el uso del espacio urbano como una extensión del movimiento, la muerte de Pavel dejó una herida profunda. Fue un llamado a la reflexión sobre los riesgos del entrenamiento sin protección y los desafíos que plantea llevar el cuerpo al límite.
Desde entonces, su figura quedó inmortalizada en múltiples homenajes de la comunidad freerunner y sus seguidores siguen compartiendo sus acrobacias como legado. Una de sus fotos más icónicas —tomada segundos antes del salto— circula cada tanto en redes sociales como símbolo del vértigo, el arrojo y el peligro que conviven en la pasión por el parkour.

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