"Misión cumplida": la icónica librería cerró sus puertas tras 64 años de trayectoria
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Vicente Dómina, que fue propietario de este emblemático comercio, contó la historia de la librería y el camino recorrido hasta el cierre.
“Como los seres humanos, los entes sociales nacen-crecen-se desarrollan y fenecen. La librería El Saber siguió ese curso natural, y luego de más de 60 años cierra sus puertas”. Así comienza la dedicatoria de despedida realizada por Vicente Dómina en sus redes sociales a este su librería, que marcó una época en la ciudad.
Las puertas se abrieron un día de diciembre de 1959 con dos claros objetivos, que “el público lector incorporara a sus alforjas esa noble herramienta de conocimiento que es el libro. Y para que todo aquel de alforjas flacas pudiera leer gratuitamente”.
La librería y su continuidad fue una cadena de casualidades, aseguró Dómina, el expropietario, a Radio Rafaela. “En realidad, no había pensado nunca en fundar una librería. Yo era maestro de escuela, daba clases en el campo. Un día, en casa de un amigo, conocí uno de esos corredores de libros que visitaban las escuelas, los profesionales, con su mochila cargada de libros”, contó.
Con esta persona, se hicieron muy amigos, coincidiendo “en una perspectiva social y de la historia”. Fue él quien le propuso fundar una librería consiguiendo las consignaciones de las editoriales que representaba.
Nosotros no sabíamos qué podía pasar, pero como buenos irresponsables, tampoco debíamos nada y teníamos ahí el material.[Vicente Dómina]
“Hicimos una módica publicidad y, de pronto, empezamos a detectar que Rafaela necesitaba eso que parece una redundancia, una librería de libros. Hasta entonces, había librerías importantísimas, monumentales, pero que eran más bien papelería, artículos de oficina, textos escolares y un rinconcito con libros”, relató Dómina.
Se puede decir, entonces, que El Saber era algo que “tenía que pasar”. “Son raras las empresas que pasan los 60 años de existencia. Nosotros, si llegábamos al primero de diciembre, íbamos a tener 64 años”, contó.
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El cierre de las puertas “es un itinerario natural que tiene que producirse en algún momento”. Y debe ser ubicado en un contexto general del país. “A riesgo de simplificar, entiendo que puede definirse con una sola palabra, decadencia”, comentó.
En ese marco, definió al celular como “un espléndido engendro que reúne una cantidad de cosas para que nosotros podamos simplificar distintas exigencias cotidianas y de pronto se convierte en una inclinación a la estupidez. ¿Se puede vivir todo el día con eso? ¿Cuándo pensamos? ¿Cuándo indagamos hacia adentro para saber quiénes somos? ¿Qué errores estamos cometiendo? ¿Qué pretendemos de la vida? ¿Qué espera la sociedad de nosotros? No hay tiempo ni hay inteligencia. La inteligencia existe, pero desaprovechada”.

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