“La Fábrica Disco Rafaela”: la historia del efímero boliche que marcó para siempre la juventud rafaelina
Aunque su estructura fue demolida en 2021, La Fábrica Disco sigue viva en la memoria de miles de rafaelinos. Ahora, su historia regresa con fuerza a través de un proyecto documental que promete revivir aquellas noches mágicas a través de las voces de sus verdaderos protagonistas.
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En el corazón de una ciudad que a principios de los años noventa buscaba su identidad cultural nocturna, un proyecto ambicioso se alzó sobre los restos de una vieja fábrica de panificados. Lo que alguna vez fue “La Princesa S.A.”, empresa que durante más de 40 años elaboró pan dulce, turrones y vainillas, mutó en una de las discotecas más icónicas del interior argentino: La Fábrica Disco.
El inicio del “emblema de la juventud rafaelina”
La historia de La Fábrica no comenzó en Rafaela, sino en Esperanza, en 1986, cuando los empresarios Chelo Donning, Coco Benz y Chuva Bachmeier fundaron una discoteca revolucionaria.
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El éxito fue inmediato y avasallante. Dos años más tarde, llevaron el modelo a Gualeguay, y en 1990 desembarcaron en Rafaela, una ciudad que, según los propios protagonistas, tenía "muy buen nivel", un público exigente, y una fuerte conexión con las tendencias de Rosario y Buenos Aires.
La elección del edificio no fue casual. Los tres dueños vieron en la estructura abandonada de “La Princesa” una oportunidad: techos altos, robustez estructural y una localización estratégica. Así, tras una reforma titánica que involucró a más de 100 obreros y una inversión millonaria, La Fábrica Disco abrió sus puertas el 28 de septiembre de 1990.
Primero que nada: ¿por qué Rafaela?
Para los dueños, no hay dudas de que elegir Rafaela entre tantas posibilidades fue un completo acierto. Después de muchos estudios, muchos análisis y opciones para barajar, la sociedad de dueños se encontró con que “La Perla del Oeste” era la mejor opción para realizar una inversión a largo plazo.
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En referencia a esto, Gabriel Fernández, quien se encontraba trabajando como DJ en Esperanza, detectó un posible causante sobre la decisión de emplazar una sucursal en Rafaela. Según él, en aquel entonces “viajaba mucha gente a Esperanza, venían muchos colectivos desde Rafaela", dijo a Radio Rafaela. Y agregó: "La gran demanda de la zona del oeste que venía (a La Fábrica Esperanza), creo que los motivó a la apertura en Rafaela, realmente venía mucha gente de esa zona”.
Particularmente, Coco Benz, uno de sus dueños, comentó en la charla con este medio que “Chuva (Bachmeier), quien trabajó un tiempo con nosotros en La Fábrica de Esperanza, nos dio manija para hacer algo en Rafaela. De ahí empezamos a gestar la idea”.
Entonces, con la idea en la cabeza, los tres esperancinos (Benz, Donning y Bachmeier) buscaron la confianza del rafaelino “Cuchufla” Giovenalle para arrancar con un proyecto en sociedad.
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Según Coco Benz, otra cuestión que jugó a favor con la elección de Rafaela es que estaba “muy influenciada por Rosario y por Buenos Aires. La gente de Rafaela iba mucho a estudiar a Buenos Aires y tenían otro manejo y otro nivel”, indicó.
En la misma línea, explicó que las “boutiques”, es decir, las tiendas de ropa, traían un nivel de ropa que no se comparaba con nada en la región y que esto también lo convertiría en un determinante a favor.
En definitiva, Coco marcó que la decisión final por apostar en Rafaela fue porque “tenían muy buen nivel”. Desde los comedores, las tiendas de ropa, los gustos musicales, el poder adquisitivo, hasta el nivel de estudio.
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Así se vivió la obra “farónica” que le dio vida al boliche
A comienzos de 1990, se presentaron ante el dueño del terreno, Héctor "Coco" Benz, Chelo Donning y Chuva Bachmeier con una idea bajo el brazo que daría vida nuevamente a ese espacio de la ciudad de Rafaela. Pero esta idea poco tenía que ver con los panificados, si no más bien con aprovechar el hecho de que antiguamente funcionaba como fábrica, para instalar una nueva sucursal de “La Fábrica Disco”.
Con el lugar definido y el proyecto diseñado, llegó el momento de dar comienzo al trabajo y dar forma a un nuevo espacio para la diversión en Rafaela. Rápidamente, la sociedad que pretendía instalar “La Fábrica Disco” en Rafaela comenzó a buscar presupuestos de empresas constructoras para llevar a cabo la idea que tenían en mente.
En esa búsqueda, se toparon con Adrián Sanmartino, un rafaelino con una larga trayectoria en la remodelación y reconstrucción de obras de gran magnitud. A él se le sumaron varias firmas del rubro.
En este sentido, Adrián relató en una entrevista que: “empresas constructoras éramos dos o tres. Empresas metalúrgicas éramos muchísimas, unas 10 diferentes”. Además, otros tantos rubros necesarios para la remodelación de una fábrica: vidriería, carpintería, electricidad, pinturería, grifería, y una interminable lista de rubros.
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Sanmartino contó en la charla que a ellos les tocó la tarea de “reformar una gran parte de los techos”. Básicamente, los dueños decían que la altura del techo que había era poca y había que subirlo unos metros más. Y la reforma en la zona más alta del lugar era solo el comienzo de todo lo que había que hacer en el breve lapso de tiempo que querían los dueños.
La larga lista de tareas a cumplir para lograr la remodelación incluía desde el cambio del techo de chapa por uno nuevo, revoque, cemento y pintura para las paredes, columnas de refuerzo para las estructuras, creación completamente desde cero de baños en diferentes puntos del espacio, remoción de una estructura que funcionaba como chimenea de hornos, construcción de escenario, hasta la instalación completamente nueva del cableado eléctrico. Y así, la lista continuaba.
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Adrián definió a la obra de remodelación de “La Princesa SA” hacia “La Fábrica Disco” como “un trabajo contrarreloj, porque era una obra muy grande en la cual ellos (los dueños) estaban enfocados en que cuanto más pasaba el tiempo para inaugurarlo, más pérdida de plata tenían”.
Por aproximadamente tres largos meses, una centena de trabajadores frecuentaron el espacio para poder remodelar y transformar lo que fue una fábrica de panificados en un imponente boliche con múltiples pistas de baile, equipos de sonido de altísimo nivel, comercios integrados y demás. Este dato lo confirmó, además, Roberto, uno de los arquitectos que trabajaron en el proyecto. “Fueron 100 días para hacer este trabajo, muy poco tiempo”, dijo. Y agregó que “llegaron a trabajar más de 100 personas en simultáneo".
El resultado fue una verdadera ciudad nocturna dentro de Rafaela.
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¿Cómo era La Fábrica por dentro?
Al ingresar a "La Fábrica", lo primero que se percibía era la magnitud del espacio. El boliche no se limitaba a una única área de baile; estaba inteligentemente diseñado con dos grandes pistas, cada una con su propio ambiente y propuesta musical. Esto permitía a los amantes de la noche elegir el ritmo que más les atraía o simplemente cambiar de escenario durante la velada.
Más allá de las pistas, "La Fábrica" se distinguió por sus múltiples barras distribuidas estratégicamente a lo largo del boliche.
Pero lo que realmente diferenciaba a "La Fábrica" de otros boliches era su concepto de experiencia completa. Contaba con una cafetería y una heladería dentro del mismo complejo. Y por si fuera poco, en el mismo espacio había un kiosco abierto toda la noche para comprar desde chicles hasta algo para comer.
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Estos espacios ofrecían una pausa a la intensidad del baile, permitiendo disfrutar de un café, un postre o simplemente charlar en un ambiente más relajado, sin tener que abandonar el lugar.
En la noche inaugural, Roberto, quien fue arquitecto del boliche, relató que toda la obra fue “muy difícil” porque les tocó realizar una tarea que “le tiene que gustar a la mayor cantidad de gente posible”. En esa misma línea, remarcó que “la obra se convirtió en el deseo de cumplir un sueño común”.
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“El desafío a cumplir era que la gente se identifique con el lugar”, relató Roberto y para los ojos de muchos rafaelinos, evidentemente cumplió…
La verdadera magia de "La Fábrica" residía en su nivel de excelencia en tecnología, iluminación y sonido. Los relatos que juntó Radio Rafaela de la época coinciden en que el boliche contaba con equipos de sonido de última generación, capaces de hacer vibrar cada rincón del boliche.
La acústica, un desafío en un edificio de esas características, fue cuidadosamente trabajada para asegurar una calidad de audio impecable.
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Los sistemas de iluminación fueron otro pilar fundamental de la experiencia. Con una tecnología sin precedentes para la época en el interior del país, las luces transformaban el ambiente, creando atmósferas envolventes y espectáculos visuales que complementaban a la perfección la música. ¿Un detalle curioso? Todo el sistema lumínico fue desarrollado íntegramente por rafaelinos.
La noche inaugural
Tras varios meses de planificación, gestación y desarrollo, un viernes 28 de septiembre de 1990 “La Fábrica Disco Rafaela” abrió sus puertas al público. Una noche sin igual que sus protagonistas recordaron con mucha emotividad en las entrevistas que formaron parte de este proyecto
En esa línea, Chelo Donning (uno de los dueños) contó a este medio que “Rafaela fue una experiencia fantástica. Y en esa misma línea, destacó que para la reforma de La Princesa a La Fábrica tuvieron una suerte muy especial: “En esos tres meses de obra no llovió un solo día", dijo.
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Pero ese viernes, algo tenía que fallar: “El día de la inauguración, ese viernes, se largó a llover. No lo podíamos creer”, contó Chelo. Aunque aclaró que "un ratito antes de las 12 de la noche cortó el agua y después estuvo fantástico todo”.
Por su parte, Juan Carlos Botto, el DJ del boliche, afirmó que la primera noche estuvo colmada de gente. “La noche inaugural teníamos 7000 personas adentro. Para mí fue un emblema, lo que pasó adentro es la historia”, recordó.
Donning estimó que en la noche inaugural “había 300 metros de fila para entrar”, lo cual le hizo “poner la piel de gallina. Dijimos no, esto no puede ser”.
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Evidentemente, la noche inaugural superó ampliamente las expectativas de sus dueños porque, tal como relató Chelo, tuvieron que abrir una nueva boletería improvisada para agilizar el ingreso y darle paso a las personas que estaban esperando para entrar. “Esa noche tuvimos que romper la pared. Teníamos una boletería afuera y no dábamos abasto. Así que esa misma noche estaban los albañiles, le dimos cortafierro y martillo, hicieron un hueco en la pared y habilitaron otra boletería para acelerar el paso”, recordó.
Al día siguiente del estreno de “La Fábrica Disco”, los dueños quedaron perplejos al ver personas que pasaban de paseo por Avenida Santa Fe, entre las calles Mosconi y Anduiza, para poder entender cómo era el boliche. Respecto a esto, Coco Benz relató en una entrevista que el domingo muchos rafaelinos “pasaban porque querían conocer el boliche. La gente se juntaba, había una cola de cinco cuadras para cada lado”.
El “adiós” que nadie se esperó
Nadie imaginó que ESA noche de La Fábrica Disco en Rafaela sería la última. No hubo anuncios, ni despedidas, ni luces que parpadearan diferente para advertir que algo terminaba. Solo fue una noche más en el calendario, una más de tantas en las que los jóvenes de Rafaela se perdían entre luces, música y abrazos efímeros.
Pero al salir, sin saberlo, dejaron atrás no solo una discoteca, sino una parte de sus vidas. La Fábrica Disco cerró sus puertas sin previo aviso, sin un adiós. Lo que debía ser otra noche de fiesta terminó siendo un final inesperado, casi silencioso, que aún hoy duele recordar. Porque nadie espera el final de algo que ama.
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“La última noche de La Fábrica, te digo la verdad, no sabía que llegaba... Nadie me dijo que iban a cerrar, no lo sabía. Me divertí como siempre, hacía siempre lo mismo. La pasé bien”, fueron las palabras que usó Carlos “Charly” Colombo, un rafaelino que salió a bailar a “La Fábrica Disco” prácticamente todas las noches que estuvo abierto.
Efectivamente, el sábado 9 de diciembre de 1995 se convirtió en el último día que las puertas de “La Fábrica Disco” se abrirían para el público.
Fue un momento triste para muchos, ya que la discoteca fue un lugar icónico en la ciudad y había sido el sitio de innumerables noches de diversión y baile. Los rumores sobre su cierre habían estado circulando durante semanas, pero nadie esperaba que llegara tan pronto.
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El día de cierre, sin saberlo, se había convertido en un día más, en una noche más y en la última noche de “La Fábrica Disco”. Eduardo Serrano, quien trabajó como barman en la discoteca, dijo que la última noche “fue como decir: el fin de semana que nos vemos y resulta que no, no nos íbamos a ver más”.
“Terminó esa noche, chau chau y se terminó todo, arreglaron la moneda todo y no nos vimos más”, agregó Serrano. Además, contó que con su grupo de amigos pasaban por el frente del edificio de “La Fábrica”, decían que en cualquier momento reabría y nunca pasó.
La demolición: el cierre de un pedazo de la historia
Un 11 de agosto de 2021, Rafaela y la región quedaron conmocionados por la noticia de la demolición de La Fábrica Disco, un espacio que durante décadas fue el epicentro de innumerables fiestas y momentos memorables para generaciones de rafaelinos.
Ubicada en la Avenida Santa Fe, entre Mosconi y Anduiza, La Fábrica fue mucho más que una discoteca: fue el alma de la noche en Rafaela, un lugar donde amigos, parejas y familias se reunían para vivir experiencias inolvidables.
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No hay nada más valioso que la palabra de quienes vivieron de cerca “La Fábrica Disco” en Rafaela para ilustrar lo que significó este boliche en el corazón de las personas.
Quienes pusieron en marcha el proyecto y abrieron el boliche en Rafaela fueron Héctor “Chelo” Donning y Coco Benz. Para el primero de ellos, “Rafaela significó muchísimo, no deja de haber sido un evento de nivel nacional”, dijo. Y agregó: “Era lo que nos transmitían las personas que tuvieron la oportunidad de conocerlo. Y también me conmovió ver la imagen de la demolición del edificio. Hoy se cumplió un ciclo”, cerró.
Coco Benz, a su turno, expresó que “la verdad es que se te cae un lagrimón porque vos también los pariste. Todo fue muy lindo, La Fábrica de Esperanza, la ida a Gualeguay, la ida a Rafaela. En definitiva, no nos podemos quejar de la vida que vivimos durante unos quince años. Si vos ponés lo negativo y lo positivo, siempre está lo positivo arriba”, dijo.
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Por su lado, Daniel Barbieri, la primera persona en volver a utilizar el espacio donde funcionó “La Fábrica Disco” luego de su cierre, dijo que el boliche “marcó una etapa única en la vida de los rafaelinos”. Y en esa línea agregó que, para él, como bolichero “fue un lugar excepcional, cómodo, donde tenías todo.Fue el mayor lugar en Rafaela, que convocaba mucha cantidad de gente”, relató.
También, el dueño de la constructora metalúrgica que se encargó de remodelar el lugar donde se emplazó el boliche, Adrián Sanmartino, expresó que la “Fábrica Disco” “fue algo que revolucionó, por eso digo es una obra faraónica, emblemática y no sé si en el futuro se puede llegar a equiparar”.
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Igualmente, Gabriel Fernández, DJ del boliche, relató que significó un montón porque “fue un quiebre total, desde lo edilicio, tecnológico hasta el contacto con la gente”. Hugo Roldán, compañero de “Gaby”, sostuvo que el boliche de Rafaela lo consideró “como un monstruo, un verdadero monstruo. Cuando me tocó Rafaela, vi que las dimensiones eran realmente espectaculares”, dijo ante este medio.
Otro trabajador de “La Fábrica Disco” fue Juan Botto, quien ejerció como Disk Jockey en el lugar. Él, en una entrevista, explayó que fue “un icono, un disparador de un montón de recuerdos, de cosas vividas, de música que escuchaste, de momentos que esa música te lleva ese momento. Nos vamos a acordar siempre de la fábrica”, indicó.
Junto a Botto trabajaba Diego Lencina como DJ e iluminador, quien dijo que para él “La Fábrica Disco” de Rafaela lo fue “todo, significó todo, porque ahí comencé, ahí me inicié. Y fue algo muy grande para la ciudad, para la zona, para la provincia. Era algo increíble”, sostuvo.
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A su turno, Eduardo Serrano, quien fue lavacopas, dijo que para él “La Fábrica significó la madurez temprana, pero es un baúl de recuerdos impresionante”.
A su turno, Carlos “Charly” Colombo, un rafaelino que asistía habitualmente a “La Fábrica Disco” de Rafaela, contó que vivió “noches inolvidables, son recuerdos que no voy a olvidar nunca en mi vida” . Y que a día de hoy le quedaron “recuerdos inolvidables porque La Fábrica para mí fue mi segunda casa. Mi cable a tierra. Iba ahí por más que esté deprimido, triste, yo iba y me desenchufaba completamente”.
Por último, Diego Camusso, periodista y notero que realizó múltiples entrevistas en el marco del boliche, relató que “La Fábrica fue el mejor boliche al que fui en mi vida. Fue un lugar que compartimos con amigos durante tantos años. Le teníamos un amor fantástico. Era la onda de salir al boliche a divertirse, tomar algo y pasarla bien”.
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