El Forrest Gump rafaelino lo logró, corrió 800 km y cumplió con su fin solidario: “No puedo procesar lo que viví”

Una vez más, el ultramaratonista rafaelino Agustín Pecantet lo logró: corrió 800 kilómetros en 10 días y se ganó un nuevo apodo que lo acompañará para siempre: el “Forrest Gump rafaelino”.

Hace meses, conmovido por la realidad que atraviesan las familias del Hospital de Niños “Orlando Alassia” de Santa Fe, Pecantet, de 31 años, decidió que su próximo gran desafío deportivo tendría un trasfondo solidario.

Su meta fue clara: correr 800 kilómetros en ocho días, en una epopeya inédita en Argentina, para visibilizar la situación del hospital y recaudar fondos que permitan mejorar las condiciones de los niños y sus familias.

“Era un anhelo personal, algo que vengo preparando desde hace 15 años, pero quería que no fuera solo para mí. Esto me ayuda mentalmente a enfocarme en algo que valga más”, relató a Radio Rafaela antes de largar.

El viernes 8 de agosto, se ató los cordones y empezó a correr. Desde entonces, prácticamente no se detuvo. El cronograma incluyó tramos de 50 km hasta Susana y Roca, y jornadas de 100 km atravesando Sunchales, Lehmann, Saguier, Villa San José, Felicia, Rafaela y Egusquiza. En total: 800 kilómetros a puro esfuerzo.

Llegada a la meta

Tras 10 días de atletismo, este domingo 17 de agosto, Agustín llegó a destino, donde lo esperaba una multitud de vecinos, ciclistas, corredores, familiares y amigos que lo recibieron con bengalas, bocinas y hasta una torta con el símbolo de los 800 kilómetros.

“Fue un desafío muy grande, totalmente incierto. Muy pocas personas en el mundo hacen esto”, dijo el flamante “Forrest Gump rafaelino” en diálogo con Radio Rafaela.

El esfuerzo invisible

El desafío fue titánico: 100 kilómetros por día, sin pausas y sin margen de error. “Salía a las 8 de la mañana para hacer 100 kilómetros, terminaba de noche, me recuperaba, y al día siguiente otra vez. No tenía ni un momento para pensar si estaba bien”, relató.

A pesar de más de 50 días de preparación previa, admitió que “todo fue incierto desde el día uno”.

Lo más difícil no fue el desgaste físico, sino el peso emocional y mental: “Cuando llegaba de noche, mi cabeza bajaba las defensas. Pensaba en mi hijo, en mi familia, en toda la gente que me esperaba… eso me afectaba más que los músculos”.

Momentos límite

No todos los días fueron iguales. Hubo jornadas más llevaderas, cuando lograba terminar antes del anochecer. “Esos días mi cabeza funcionaba mucho mejor. Corría más rápido, no paraba a comer. Pero sabía que ese ritmo desgastaba más los músculos. Era un riesgo calculado”.

Y en medio de la extenuación, también hubo un momento límite: “Del kilómetro 400 al 500, le dije a mi señora: ‘Hoy es mi último día’. Ella se rió, pero yo lo sentía real. No daba más. Pensaba en todo el esfuerzo de ella, de mi vieja, de todos los que me estaban ayudando. Sentía culpa también”, dijo.

Y pese a la “casi bajada de brazos”, fue precisamente su familia quien más lo alentó a seguir. Con esas fuerzas invisibles, que a veces son más importantes que las físicas, decidió continuar hasta el final. Meta a la cual llegó este domingo 17 de agosto.

¿Qué sigue ahora?

Aunque la meta ya quedó atrás, el impacto sigue presente: “Necesito tres, cuatro semanas para empezar a procesarlo. El domingo terminó y todavía no lo pude visualizar todo”, reconoció Pecantet, que ya se somete a estudios para controlar su recuperación.

Mientras tanto, busca retomar la calma con alimentación, hidratación y descanso. “Se generó mucho estrés, a nivel físico y celular. El cuerpo no entendía nada”, explicó.

Y subrayó lo que más lo marcó: el acompañamiento de la gente. “Hubo personas que vinieron de todos lados, pueblos que se conectaron con la causa. Eso me impulsó muchísimo y lo quiero agradecer", dijo.

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