Diego Lencina el más chico del Staff de la Fábrica Disco Rafaela: “La Fábrica fue todo para mí, donde comenzó todo”
Diego Lencina, que comenzó como lavacopas y llegó a ser DJ, rememora sus inicios en La Fábrica, el mítico boliche rafaelino, y cómo su paso por el lugar marcó su carrera.
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Diego Lencina, quien en la década del '90 dio sus primeros pasos en el mundo de la música y el entretenimiento en el emblemático boliche La Fábrica, compartió sus recuerdos de aquellos años y destacó la importancia que tuvo el lugar en su vida personal y profesional. "Yo comencé en el año 1990, a los cuatro meses de haber iniciado el boliche", recuerda Diego. En ese entonces, con apenas 13 años, se inscribió para trabajar como lavacopas, ya que, según él, "al ser chico no podía aspirar a otra cosa".
Con el tiempo, su rol fue evolucionando. “Pasé a barra, y de un día para el otro dije, bueno, quiero empezar a poner música. Hablé con los dueños y todo, y me dijeron que sí.”, cuenta Lencina sobre cómo empezó a poner música en el boliche. En apenas cuatro o cinco meses, ya estaba pasando música en La Fábrica, marcando el inicio de su carrera como DJ.
El joven Lencina trabajó codo a codo con reconocidos referentes como Juanchi Botto y Chisco en la parte de iluminación. "Arranqué haciendo todo lo que es entrada de boliche. Abríamos de 10 a 12 de la noche, y luego de la medianoche comenzaba Juan Botto con la movida. Yo seguía con la parte lenta, los famosos lentos, hasta las 6 de la mañana", recuerda entre risas sobre sus primeras experiencias como DJ.
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Una década dorada para La Fábrica
En sus recuerdos, el ambiente de La Fábrica es imborrable. "Era una locura. Yo tenía 14 años y tenía la llave del boliche. Tenía acceso a la barra y todo", revela. Para él, el boliche significó más que un lugar de trabajo, fue el espacio donde desarrolló su pasión por la música electrónica y la tecnología. "La iluminación del boliche era todo un desafío. Tenía una consola con 200 botones y yo la manejaba a los 14 años. Pasaba horas practicando", menciona sobre cómo se involucró en todas las facetas de La Fábrica, no solo en la música, sino también en la parte técnica.
El ambiente en La Fábrica fue único. "Era como estar en casa", dice Lencina, aludiendo al vínculo cercano que existía entre los trabajadores y los clientes. "Nos divertíamos mucho. Más que profesionales, lo tomábamos como un lugar donde nos sentíamos cómodos. Disfrutábamos de lo que hacíamos", comenta, reflejando lo que para muchos fue un espacio donde se cultivó no solo una carrera, sino también una gran amistad y camaradería.
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La magia de La Fábrica para los rafaelinos
Para Lencina, La Fábrica representó algo más que un boliche. "Fue todo para mí. Ahí comencé, ahí me inicié", explica sobre la importancia de este lugar en su vida. La influencia de La Fábrica trascendió fronteras y muchos rafaelinos recuerdan con cariño aquellos años. "La Fábrica significó mucho para la ciudad, para la zona, para la provincia. Era llegar a la noche y ver filas de colectivos. La gente venía de todos lados. No había lugar donde no hubiera alguien hablando de La Fábrica", recuerda con nostalgia.
Uno de los recuerdos que más le impactó fue la magnitud de las fiestas que allí se realizaban: "Yo calculo que entraban 3.500 personas. Era terrible ver todo lo que pasaba, pero fue algo lindo, algo que quedó en el corazón de muchos rafaelinos", afirma con emoción.
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Un legado que sigue vivo
Aunque el tiempo ha pasado, Lencina tiene claro que La Fábrica dejó una huella en la historia de Rafaela y en su vida. "Es un pasado, pero es algo que quedó y va a quedar en el corazón de muchos", reflexiona, destacando el legado de ese espacio que marcó la vida de tantos jóvenes.

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