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INTERNACIONALES

Murieron en la silla eléctrica y medio siglo después los declararon inocentes: la historia de Sacco y Vanzetti

Una de las injusticias con final dramático más conmovedoras del siglo XX ocurrió hace 96 años, cuando fueron ejecutados Sacco y Vanzetti. Estos dos inmigrantes italianos murieron en la silla eléctrica por disposición de un juez norteamericano enceguecido por sus prejuicios. Medio siglo después, la justicia declaró que eran inocentes.

Nicola Sacco, zapatero de 36 años, y Bartolomeo Vanzetti, pescador, de 41, fueron ejecutados el 23 de agosto de 1927 por robo a mano armada y doble asesinato en Massachusetts, Estados Unidos.

Un jurado los había hallado culpables y el juez Webster Thayer, que odiaba a los inmigrantes, aplicó la pena capital. Se los acusó de haber irrumpido en la compañía Slater-Morrill, con fines de robo, matando a un guardia de seguridad y a un empleado para alzarse con un botín de 15.776 dólares.

Veinte días después de ese atraco, el 5 de mayo de 1920, Sacco y Vanzetti fueron arrestados en Buffalo, Nueva York. Sacco era zapatero, había nacido en Foggia y teniendo apenas 17 años emigró a los Estados Unidos. Vanzetti tenía una historia parecida. Nacido en Cúneo, se embarcó a hacerse la América a los 20. Ambos eran militantes anarquistas.

Sacco y Vanzetti admiraban a Luigi Galleani, un anarquista del mismo origen que ellos, que impulsaba la violencia revolucionaria y urdía atentados con bombas caseras. Desde su panfleto Crónicas subversivas proponía el robo por la causa y el asesinato útil. Esta filiación partidaria perjudicó la imagen de los inmigrantes acusados ante el jurado que debía determinar su culpabilidad o inocencia.

Galleani había sido deportado a Italia y unos 60 seguidores continuaban militando a favor de la anarquía. Una noche, la policía hizo una redada para detener a Michael Boda, a quien tenía identificado como nuevo líder del grupo y autor de varios atentados sangrientos. Cuando vieron llegar a los uniformados, Boda y sus tres acompañantes huyeron. Dos de ellos eran Sacco y Vanzetti, que fueron detenidos en la fuga.

Ambos tenían armas en su poder y esgrimieron que eran para protección, algo muy común en los anarquistas. Fueron llevados a juicio acusados de un asalto a mano armada y de robo con doble homicidio. Ellos se declararon inocentes de todos los cargos y presentaron numerosos testigos como coartada. En el caso de Sacco también demostró que el día del primer robo imputado, en el que no hubo víctimas, se encontraba trabajando.

Primero se los condenó por el asalto a mano armada, obviando todas las pruebas presentadas por los acusados, y luego enfrentaron los cargos más pesados, relacionados con el doble homicidio. Otra vez, ambos acusados ofrecieron un aluvión de testigos para probar que el día de los crímenes ellos estaban en otro sitio.

Un empleado del consulado italiano confirmó que Vanzetti estaba en su oficina haciendo trámites en el momento en que ocurrieron los asesinatos. Como se encontraba enfermo no pudo asistir al tribunal y brindó su testimonio por escrito. La fiscalía lo rechazó y el tribunal no lo tuvo en cuenta. El veredicto era esperable: ambos fueron hallados culpables.

El juez Webster Thayer, que dispuso la pena de muerte para ambos, dijo en un momento de la audiencia que Vanzetti merecía morir “aunque no haya cometido ninguno de los crímenes que se le atribuyen, porque es un enemigo de nuestras instituciones”. Esta afirmación del magistrado fue borrada de las transcripciones del juicio.

Sacco, Vanzetti y “adiós, madre mía”

En la noche del 23 de agosto, los inmigrantes italianos fueron llevados a la sala de ejecución. Antes de ser puestos en la silla eléctrica, tuvieron oportunidad de decir sus últimas palabras. Sacco gritó “¡Viva la anarquía!” y Vanzetti, tras saludar a los guardias con un apretón de manos, dijo “Adiós, madre mía” y seguidamente expresó su deseo de “perdonar a algunas personas por lo que me están haciendo ahora”.

Cincuenta años después, en 1977, el gobernador de Massachussets, Michael Dukakis, ordenó la revisión del caso. Se comprobaron severas irregularidades en el proceso y sin la incorporación de nuevas pruebas, solo con el análisis del expediente, se dictaminó la inocencia de Sacco y Vanzetti. Con las mismas pruebas que tuvo el juez que ordenó la ejecución de ambos, un tribunal imparcial sentenció que los inmigrantes italianos no habían cometido los crímenes que se les imputaron.

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