Lo escribió en el prólogo de un libro de un capellán laico que acompaña a condenados a muerte.
El papa Francisco afirma que “la pena de muerte no hace justicia, es un veneno para la sociedad" en la prefacio del libro “Un cristiano en el brazo de la muerte. Mi empeño al flanco de los condenados”, de Dale Recinella, quién como capellán laico acompaña a los condenados a muerte en algunos penitenciarios de Florida, Estados Unidos.
Recinella fue un exitoso abogado en Wall Street hasta que decidió cambiar de vida junto con su esposa Susan.
El pontífice escribe en el prólogo del libro de Recinella que lo encontró en una audiencia: “Lo conocí mejor por los artículos que ha escrito en los últimos años en L’Ossevatore Romano y ahora en este libro que toca el corazón”, dice el Papa.
Conocer a Reciella demuestra que “Jesús es capaz de revolucionar nuestros proyectos, nuestras aspiraciones y nuestras perspectivas”.
Conocerlo “quiere decir llenar de significado nuestra existencia, porque el Señor nos ofrece la alegría que no pasa. Porque es la alegría misma de Dios”.
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La tarea “es un trabajo dificilísimo, con el riesgo arduo de practicar, porque toca con mano el mal en todas sus dimensiones: el mal cumplido con las víctimas y que no se puede reparar. El mal que está viviendo el condenado sabiéndose destinado a muerte cierta. El mal que con la práctica de la pena de muerte viene instalado en la sociedad. Si la pena de muerte no es en algún modo la solución, como he dicho varias veces, frente la violencia que puede golpear a personas inocentes, las ejecuciones capitales, lejos de hacer justicia, alimentan un sentido de ‘vendetta’ que se transforma en un veneno peligroso para el cuerpo de nuestra sociedad civil”.
El Papa cita al gran escritor ruso Fedor Dostoievski, quien señala hablando de un condenado a la pena capital: “Es una violación del alma humana y no otra cosa”.
Francisco, evocando el comienzo del Jubileo del año próximo “debería empeñar a todos para pedir con voz unívoca la abolición de la pena de muerte, práctica, que como dice el Catecismo de la Iglesia Católica, “es inadmisible porque atenta a la inviolabilidad y dignidad de la persona”.
El pontífice argentino señala que la acción del abogado Dale Recinella como capellán laico acompañado por su esposa, “es una gran donación para la Iglesia y para la sociedad de Estados Unidos, donde vive y opera".
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