¿Sirve poner un clavo detrás de la puerta para alejar las malas energías?
Un ritual popular que atraviesa generaciones y busca proteger el hogar de envidias y vibras negativas
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En muchas casas argentinas aún se conserva una costumbre heredada de las abuelas: colocar un clavo de hierro detrás de la puerta principal. Este gesto, más simbólico que comprobable, forma parte de los rituales caseros que buscan proteger el hogar de la envidia, la mala energía o la llamada “mala onda”.
La creencia sostiene que el hierro es un metal que bloquea o absorbe las energías negativas, y que su presencia en la entrada de la casa actúa como barrera protectora. En lugar del clavo, algunos optan por herraduras, llaves antiguas u otros objetos de hierro, siempre ubicados en el mismo lugar: lo más cerca posible del ingreso, donde supuestamente circulan las vibraciones del entorno.
Cómo se hace el ritual y qué tener en cuenta
Para quienes desean hacerlo, la tradición indica que el clavo debe estar escondido y no ser tocado. Algunos recomiendan colocarlo en posición vertical, otros en horizontal, pero todos coinciden en que no debe removerse ni compartir su ubicación con desconocidos. Esto preservaría su supuesta capacidad de protección.
Aunque no hay pruebas científicas que avalen su eficacia energética, muchas personas afirman sentir una mayor tranquilidad emocional y sensación de resguardo, lo cual otorga al ritual una función simbólica y psicológica poderosa.
Más allá del clavo: otros rituales populares de protección
Además del clavo, existen otros elementos que forman parte del “botiquín espiritual” del hogar, como:
- Sahumerios de ruda, mirra o lavanda, para “limpiar” los ambientes.
- Agua con sal colocada en frascos o baldes cerca de puertas y ventanas.
- Plantas protectoras como el romero, la albahaca o la ruda macho, conocidas por su uso en limpiezas energéticas.
Objetos como espejos, cuarzos, o cintas rojas, utilizados con fines similares en diferentes tradiciones culturales.
¿Mito o ayuda real?
Para los especialistas en bienestar, el poder de estos rituales reside principalmente en la fe y la intención de quien los practica. Aunque no existe una comprobación empírica de sus efectos, muchos creen que ayudan a canalizar emociones, establecer límites simbólicos y recuperar el control frente a situaciones negativas.
Así, poner un clavo detrás de la puerta puede no espantar la mala suerte de manera literal, pero sí ayudar a sentirse más protegido y en paz, lo que para muchos es motivo suficiente para mantener viva esta tradición.

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