El fenómeno se llama “arribazones”, y se da cuando las corrientes marinas acumulan algas y otros elementos de la vida marina en las playas.
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“¡Mirá, mamá! ¡Pelotas con bichitos!”, dice el nene, y agarra una con la mano, mientras patea otras. Explotan, en particular cuando las pisa, porque es imposible caminar por ese sector de arena sin acertarle a alguna con la suela de las ojotas.
Es que el sector céntrico de playas marplatenses amaneció hoy casi tapizado en la orilla con restos de algas y, algo bastante frecuente, huevos de especies marinas que son arrastrados por la corriente hacia tierra firme.
El fenómeno ya se dio durante los últimos días del año pasado en la zona de Pinamar y balnearios inmediatos hacia el sur. Esta vez le tocó a Mar del Plata, con esta presencia que sorprende a turistas que llegaron temprano a las playas. También los incomoda porque se convierten casi en una barrera natural en camino al mar.
La explicación es científica y la aportan desde Playa Grande, donde está la sede del Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero (Inidep), lugar en que se sigue la evolución de las distintas especies de flora y fauna que habitan nuestro mar.
Laura Schejter, integrante del Programa de Ecología Pesquera del organismo, explica que se trata de “arribazones”, fenómeno que de la mano de la dinámica de las corrientes marinas produce acumulación de algas y otros elementos de la vida marina en las playas. “No sabemos por qué pero en estos tiempos se ha dado con más frecuencia y en más lugares de la zona”, dijo.
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Descomposición
Los huevos u ovicápsulas, a los que a trasluz se les ve algún habitante vivo o no tanto, corresponderían a una especie de caracol muy presente en estas costas y las de Uruguay. Su nombre científico es Pachycymbiola Brasiliana, que una vez desarrollado logra conchas de color oscuro.
“Pueden aparecer en grandes cantidades en las costas junto a otros organismos como algas o hidrozoos”, cita la especialista, y asocia esta aparición en la costa con el desarrollo previo de vientos intensos, mareas importantes o cambios en las corrientes. Lo suficientemente fuertes como para arrancar esa vegetación marina que -a diferencia de los huevos de caracol- está arraigada al lecho marino.
En esas cápsulas pueden desarrollarse hasta 30 embriones de volutas que, alcanzado el período correspondiente, rompen la protección y se incorporan al medio marino. “Tienen sobrevida si la corriente los regresa pronto al mar”, cuenta la profesional. Y hasta arriesga: “Si llevamos algunos a una pecera, es probable que eclosionen”.
Ninguna de estas especies, incluidas las algas o hidrozoos, amerita algún riesgo para quienes concurren a la playa. A lo sumo su permanencia, si es que el mar no los arrastra aguas adentro cuando se producen las crecientes, pueden generar olores derivados de su proceso natural de descomposición.
“Mmmhhh… Cuando salió un poquito el sol ya se empezó a sentir”, comenta una señora, y carga sombrilla y bolsos para reposicionarse un poquito más lejos de estos restos, que son muchos en ese sector de costa, a la altura del edificio del Casino Central.
Frente a estas situaciones, lo que queda es que las olas hagan lo suyo, y en la próxima pleamar limpien el sector. O si ovicápsulas y algas sobreviven hasta mañana se pueda hacer una limpieza manual o con máquinas a primera hora, antes de que lleguen los bañistas. LN
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