El casco argentino de Star Wars que sueña con llegar a las manos de Colapinto
El artista Darío Rego combinó fileteado porteño, pasión nacional y cultura pop en una obra única dedicada al piloto Franco Colapinto. Desde su taller en Buenos Aires, busca que el casco celeste y blanco
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En su taller de Buenos Aires, entre pinceles, maderas y recuerdos de Vélez Sarsfield, Darío Rego creó una pieza que cruza galaxias y pasiones: un casco de Stormtrooper intervenido con fileteado porteño, pintado en celeste y blanco y dedicado a Franco Colapinto, el joven piloto argentino que brilla en la Fórmula 1.
“Mi sueño es que este casco le llegue a Franco”, confesó Darío, con una mezcla de emoción y esperanza. La obra no tiene sponsors ni marcas: es arte puro, nacido del corazón y cargado de símbolos nacionales.
Un Stormtrooper celeste y blanco con alma argentina
El casco está pintado íntegramente con los colores de la bandera y lleno de detalles visuales que remiten al espíritu criollo. En la parte trasera, lleva una frase que Colapinto dijo tras una gran maniobra en Austin: “La historia no la cuentan los cobardes”. Esa declaración se convirtió en emblema e inspiración para Darío.
La idea surgió a partir de una propuesta del fabricante Star Wow, que ya había colaborado con el artista en otros cascos. “Me preguntaron si me animaba a hacer uno para Colapinto y no lo dudé. Pensé: ¿y si Star Wars fuera argentino? Entonces el Stormtrooper está manejando un colectivo por la 9 de Julio”, bromeó Darío, fusionando arte pop y tradición nacional.
De los muebles y la marquetería al fileteado y las ferias
Darío creció entre herramientas y oficios. Aprendió ebanistería con su padre, hizo esculturas en bronce desde chico y restauró antigüedades. Pero fue el fileteado porteño —esa técnica tan argentina, nacida para decorar carros y colectivos— la que marcó su camino.
“Cuando me preguntan cuánto tardé en hacer el casco, les digo: 40 años, porque todo lo que aprendí en mi vida está ahí”, explicó.

Su primer filete fue un cuadro de Vélez Sarsfield, club de sus amores. Lo pintó tras un curso que lo acercó a los pinceles curvos y a la identidad visual porteña. “Se me metió en la cabeza que quería hacer un filete de Vélez. La gente lo vio y le encantó. Ahí empezó todo”, recordó.
De vender cuadros en ferias de barrio, pasó a ofrecer su arte para colectivos escolares, golpeando puertas hasta que un chofer le dio una oportunidad. “Cuarenta y tres mil me dijeron que no, pero uno dijo que sí. Pinté el filete mientras cargaba gasoil. Desde ahí no paré más”.
Franco Colapinto: inspiración, símbolo y sueño compartido
Para Darío, Franco representa esfuerzo, humildad y futuro. “Genera esperanza. Por eso este casco es una forma de agradecerle lo que provoca en todos nosotros”, dijo.
Ya había pintado un cuadro del piloto, pero siente que esta nueva pieza tiene una fuerza especial. “Este casco tiene alma. Ojalá lo vea, lo tenga. Sería hermoso”.
Además, sueña en grande: pintar un casco oficial o incluso un auto de Fórmula 1, llevando el fileteado porteño al máximo escenario global. “El filete es como el tango: identidad pura. Sería mostrarle al mundo quiénes somos”.

Un artista con identidad y sin grieta
Darío se define como un artesano con alma de artista popular. Su trabajo nunca recibió críticas negativas en redes, todo lo contrario: “La gente se siente representada. Es parte de nuestra cultura”.
“El filete y yo somos hermanos”, afirma con orgullo. “Es argentino, hijo de inmigrantes, mezcla y fusión. Yo también soy eso”.
Y mientras espera el momento en que Colapinto tenga el casco en sus manos, sigue pintando y soñando. “No me puedo quejar de nada. Hago lo que amo. Si algún día lo veo con el casco… ahí sí, puedo decir que llegué”.

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