Se filtraron fotos del interior de la propiedad, cuyos detalles e historia son impactantes.
Natalia Oreiro llegó a la Argentina en 1998, con 21 años, para instalarse en una emblemática casa, una de las más icónicas de Buenos Aires, situada en el barrio porteño de Palermo, más precisamente en el pasaje Santa Rosa. Fue entonces cuando, en 2016, decidió poner en venta esa casa que hasta el día de hoy vio cómo formó su familia junto a Ricardo Mollo y a su hijo Merlín Atahualpa. Sin dudas, esa impactante casa guarda grandes recuerdos.
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La mansión fue construida en 1887 y perteneció a la familia Alvear, pasando luego por otros dueños hasta llegar a manos de la actriz uruguaya quien, durante su estadía, le fue agregando su impronta personal: la cargó de colores fuertes y detalles hasta convertirla en un atractivo tanto para turistas como para fanáticos.
A diferencia del resto de las viviendas del pasaje Santa Rosa, la ahora ex casa de Natalia Oreiro cuenta con una fachada en mosaico, principalmente blancos y cada columna representa a un miembro de la casa. La artífice del mural es Graciela Barreto, profesora en La Plata.
En lo que respecta al interior de la casa, al atravesar el portón aparece un caballo multicolor que antecede a la puerta de ingreso a la vivienda. En cuanto a vegetación, la propia Natalia armó un jardín que cuenta con palmeras, camelias en flor, álamos, un ginkgo biloba (el árbol que sobrevivió a la bomba de Hiroshima) y otras especies japonesas.
Son 480 metros cubiertos, entre los cuales se destacan tres dormitorios y cinco baños. Y a pesar de que ya no vive en la casa y de haberla vendido, Natalia Oreiro aún mantiene una sala de ensayo en un rincón del predio, al cual tiene acceso y le sigue perteneciendo.
En cuanto a los pisos, los construyó la familia Alvear. Son de mármol blanco y negro, y el único lugar en el que se preservaron fue en ese hall de entrada. Además, según las fotos publicadas por el diario La Nación, tiene un bar, un jardín de invierno, pileta y una escalera caracol en color turquesa gastado.
El nuevo propietario hizo una estratégica jugada para quedarse con la casa de Oreiro: hacía un tiempo soñaba con vivir en ella y, como se enteró de que ya estaban negociando con otro comprador, que ofrecía 50 mil dólares menos de lo que pedían, aprovechó la oportunidad y en 48 horas se quedó con la propiedad.
Con información de Aire de Santa Fe.
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