“Loco” eterno: su inolvidable “atajada de Dios” queda en la historia
Hugo Orlando Gatti falleció este domingo a los 80 años, tras más de dos meses de internación. Ícono irreverente del fútbol argentino, dejó un legado marcado por récords, títulos y una jugada inolvidable: “la de Dios”, una atajada tan temeraria como mítica.
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Hugo Orlando Gatti, el inigualable “Loco”, murió este domingo 20 de abril a los 80 años. El exarquero se encontraba internado desde hacía casi dos meses en el Hospital Pirovano, luego de sufrir complicaciones tras una operación de cadera. Su estado fue catalogado como “irreversible” y, tras una decisión familiar, se procedió a retirarle la asistencia respiratoria.
El exfutbolista padecía un cuadro agudo con múltiples complicaciones: neumonía, insuficiencia cardíaca y renal, además de una infección intrahospitalaria. Había sido operado semanas atrás tras fracturarse la cadera al sufrir una caída mientras paseaba a su perro.
Una carrera de récords y audacia
Nacido el 19 de agosto de 1944 en Carlos Tejedor, provincia de Buenos Aires, Gatti debutó profesionalmente en Atlanta en 1962. Su carrera se extendió durante más de 25 años hasta su retiro en 1988 con la camiseta de Boca Juniors, donde es ídolo indiscutido.
Fue campeón del mundo con el Xeneize en 1978, jugó el Mundial de Inglaterra 1966 con la Selección Argentina y mantiene el récord de mayor cantidad de partidos disputados en el fútbol argentino: 765 encuentros oficiales. Siempre desafiante, Gatti reinventó el rol del arquero, animándose a jugar como líbero, salir con los pies y provocar a los delanteros desde la palabra y el gesto.
“La de Dios”: la jugada que lo inmortalizó
Entre sus innumerables ocurrencias y valentías bajo los tres palos, hay una atajada que quedó grabada a fuego en la historia del fútbol argentino: “la de Dios”. Consistía en lanzarse hacia el atacante con los brazos extendidos, el rostro de frente y el cuerpo abierto como un cristo crucificado.
“Es casi infalible. El delantero se achica, me tiran la pelota al cuerpo o se la choco yo”, explicó alguna vez Gatti con su habitual desparpajo. La maniobra le valió elogios y sustos: en 1976, jugando para Boca, terminó con la mandíbula fracturada tras un rodillazo del delantero de Independiente Daniel Astegiano.
Pese a los riesgos, la atajada fue replicada por otros arqueros y se convirtió en un símbolo del estilo del “Loco”, siempre más cerca del show que del protocolo.
Un legado imborrable
Fuera de las canchas, Gatti continuó ligado al fútbol como panelista en programas deportivos de España, donde también dejó su huella con su lengua filosa. Aunque su vida terminó en silencio, su figura queda para siempre como uno de los arquetipos más únicos que haya dado el fútbol argentino.
Su partida deja tristeza, pero también una certeza: el “Loco” nunca será olvidado. En cada arquero que se atreve a hacer algo distinto, hay un poco de Gatti.

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