Fútbol en deuda: la brecha salarial de género que el deporte aún no sabe cómo saldar
A pesar de los avances y el crecimiento del fútbol femenino, la diferencia económica entre varones y mujeres sigue siendo escandalosa. En Argentina y el mundo, el talento femenino aún no se traduce en reconocimiento económico ni visibilidad.
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La reciente consagración de Ousmane Dembélé y Aitana Bonmatí como ganadores del Balón de Oro volvió a poner en escena una diferencia histórica: la brecha salarial entre hombres y mujeres en el deporte.
El francés, figura del PSG, percibe unos 18 millones de euros al año. Bonmatí, estrella del Barcelona y considerada la mejor futbolista del mundo, cobra entre 800 mil y 1 millón de euros por temporada y es la jugadora mejor paga del mundo En otras palabras, su salario representa apenas un 5 % del de su par masculino. Paralelamente, el futbolista varón que más gana en el planeta es Cristiano Ronaldo en el Al Nssr: 220 millones.
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Argentina: salarios mínimos y luchas históricas
La brecha es todavía más marcada en Argentina. Según datos de AFA, en 2024 el salario mínimo de un jugador de Primera División masculina fue de 595 mil pesos, mientras que el de una jugadora fue de 377 mil pesos. La diferencia oficial es del 37 %, aunque en la práctica puede superar el 98 %, dado que los futbolistas varones suelen ganar millones mensuales y muchas mujeres apenas perciben el mínimo.
Desde 2022, los clubes están obligados a firmar al menos 15 contratos profesionales femeninos con sueldos equivalentes a los de un jugador de Primera C masculina (cuarta división).
Las jugadoras de la Selección Nacional tampoco escapan a la desigualdad: reciben apenas 100 dólares por partido internacional. En 2017 realizaron un paro tras dormir en un micro en Uruguay, y en 2018 protestaron en la Copa América con el gesto del Topo Gigio, reclamando viáticos dignos y mejores condiciones.La situación hoy,mejoró mínimamente.
El argumento de la rentabilidad y la trampa del mercado
Los defensores de la brecha apelan al argumento económico: que las mujeres “no generan lo mismo”, que los estadios no se llenan y que sus partidos no venden por televisión. Sin embargo, esta mirada omite décadas de desinversión estructural.
Durante años, el fútbol femenino fue invisibilizado, sin sponsors ni contratos televisivos. La consecuencia es lógica: sin difusión no hay interés, y sin interés no hay inversión. Un ciclo que se retroalimenta.
Pero los números demuestran lo contrario: el Mundial Femenino 2023, en Australia y Nueva Zelanda, reunió a 1,9 millones de personas en los estadios, 1.000 millones de televidentes y generó 524 millones de euros.
La final de la Eurocopa Femenina entre Inglaterra y España, que terminó en penales, alcanzó cifras históricas.
- En el Reino Unido, el pico llegó a 16,2 millones de espectadores, con una media de 12 millones.
- En España, el partido fue visto por más de 6 millones de personas, con un 58 % de cuota de pantalla, convirtiéndose en la emisión de fútbol femenino más vista de la historia del país.
Según Alex Kay-Jelski, director de BBC Sport, “esta final ha sido un hito en la historia del deporte”.
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La Copa América Femenina también reflejó la brecha. La campeona recibió 1,5 millones de dólares, una cifra muy inferior a los 15,5 millones entregados en la edición masculina 2024.
Aunque se corrigieron medidas como el uso restringido del campo de juego, la precariedad estructural persiste en toda la región.
Un estudio global de Nielsen Sports y PepsiCo, “Undervalued to Unstoppable”, proyecta que para 2030 el fútbol femenino será el quinto deporte más popular del mundo, con más de 800 millones de seguidores.
En Sudamérica, el talento y la pasión están. Lo que falta es decisión política, recursos y voluntad de mostrarlo: “No nos ven porque no nos muestran”, repiten las jugadoras.
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Medios, cultura y un reflejo social
La cobertura mediática no escapa a la desigualdad: solo el 4 % de las noticias deportivas se dedican a mujeres.
Según la periodista Delfina Corti, “el 30 % de las jugadoras de Primera aún son amateurs, solo el 1 % de los entrenadores son mujeres y apenas el 6,8 % ocupa cargos dirigenciales”.
En Argentina, con el retiro de sponsors estatales y el vaciamiento de políticas públicas, los partidos dejaron de emitirse por TV Pública y solo se transmiten por DirecTV.
La falta de cobertura mediática, de sponsors y de políticas públicas no solo limita la visibilidad, sino que refuerza estereotipos que naturalizan la idea de que el deporte femenino “vale menos”.
Romina Sacher, conductora de El Manual del Fútbol Femenino, advierte:
“El tratamiento de la disciplina en los medios no escapa a la crisis de los medios tradicionales: hay pocos recursos, pocos espacios, y ya no están los medios públicos como antes. Hoy depende de la voluntad de los clubes o de los dos partidos que transmite TNT”.
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En deuda con todas las disciplinas
La brecha no es exclusiva del fútbol:
- En el básquet argentino, los jugadores de Liga Nacional ganan en promedio 3,5 millones de pesos, frente a los 300 mil de las jugadoras.
- En el vóley, los varones cobran alrededor de 1,3 millones, mientras que las mujeres perciben entre 450 y 650 mil.
- En el boxeo, la disparidad es brutal: Canelo Álvarez cobra más de 100 millones de dólares por pelea, mientras que Claressa Shields, considerada la mejor boxeadora del mundo, apenas alcanza los 900 mil dólares.
Un debate impostergable
La comparación entre Dembélé y Bonmatí expone una verdad incómoda: el deporte femenino sigue siendo postergado a pesar de sus logros, su impacto social y su crecimiento sostenido.
El problema no se limita a los salarios, sino que forma parte de un entramado más amplio que especialistas denominan el “techo de cristal”: barreras invisibles que impiden que las mujeres accedan a los mismos espacios de reconocimiento, inversión y liderazgo que los hombres. Estas limitaciones aparecen en todos los niveles: desde los clubes de barrio hasta las federaciones internacionales.
La falta de entrenadoras, dirigentes y referentes femeninas en las estructuras deportivas refuerza el círculo vicioso de la desigualdad. A pesar de que cada vez más niñas practican fútbol, básquet o vóley, las posibilidades de proyectar una carrera profesional plena siguen siendo mínimas.
La exganadora del Balón de Oro, Megan Rapinoe, lo resumió con claridad:
“No pedimos el mismo salario. Pedimos igualdad de oportunidades, programas juveniles, fondos y recursos”.
Una lucha que va más allá de los números
El debate sobre la igualdad en el deporte no es solo económico: es cultural y social. Las mujeres deportistas luchan por algo más profundo que un aumento de sueldo: el derecho a existir y ser reconocidas en condiciones dignas.
Las jugadoras, en cambio, siguen demostrando que con inversión y difusión el público responde. La final de la Eurocopa, el Mundial Femenino y el crecimiento de ligas locales son pruebas de que el interés está. Lo que falta es decisión política para abrir espacio, derribar prejuicios y garantizar igualdad real.
“El problema de la mujer siempre fue un problema de hombres”
Simone de Beavoir
El techo de cristal en el deporte empieza a resquebrajarse gracias a la lucha de miles de mujeres que no solo entrenan y compiten, sino que también militan por la igualdad. Reclaman que los recursos, la formación de base y la cobertura mediática se distribuyan de manera equitativa.
La brecha salarial, los contratos limitados y la falta de sponsors son apenas la punta del iceberg. Detrás hay un reclamo más profundo: que las nuevas generaciones de niñas puedan soñar con ser futbolistas, basquetbolistas o boxeadoras profesionales sin tener que elegir entre su pasión y la supervivencia.
El futuro del deporte femenino depende de que ese techo invisible finalmente se rompa.

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