¿Qué es un ACV? De qué se trata este cuadro que afecta anualmente a 15 millones de personas en el mundo
Un accidente cerebrovascular (ACV) puede presentarse de dos formar, el isquémico que se produce cuando el suministro de sangre a una parte del cerebro se interrumpe o reduce, privando al tejido cerebral de oxígeno y nutrientes; y el hemorrágico, que tiene lugar cuando se evidencia la ruptura de una arteria, causando sangrado en el cerebro.
Las consecuencias, en ciertos casos, pueden ser graves: las células cerebrales comienzan a morir en cuestión de minutos. Se trata, entonces, de una emergencia médica que requiere atención inmediata. Afortunadamente, la mortalidad por accidente cerebrovascular ha disminuido en comparación y, actualmente, existen tratamientos efectivos que pueden prevenir la discapacidad resultante.
“Una arteria puede taparse debido a su desgaste y endurecimiento por placas de colesterol, es decir, su superficie interna es rugosa y áspera. Esto favorecerá la formación local de un cúmulo de partículas sanguíneas y fibras, llamados trombo, que terminará por ocluirla y generar una trombosis. A veces, los trombos se desprenden arrastrados por la corriente sanguínea y llegan a las pequeñas arterias cerebrales, en donde se enclavan bruscamente y obstruyen la circulación para generar una embolia”, señaló a Infobae el neurólogo Alejandro Andersson, director del Instituto de Neurología Buenos Aires (INBA).
¿Cuáles son los síntomas de un ACV?
El accidente cerebrovascular (ACV) se manifiesta con una serie de síntomas que pueden variar según la persona y la región del cerebro afectada. Hablar de manera confusa, sentir la cara adormecida o torcida, perder fuerza o tener dificultad para mover alguna parte del cuerpo son señales claras de alerta. También pueden presentarse problemas de visión, como visión borrosa o doble, y un dolor de cabeza intenso y súbito. Otros síntomas menos comunes incluyen mareos, pérdida de equilibrio y coordinación, dificultad para tragar y pérdida súbita de la conciencia.
Prevención
La prevención es la herramienta más poderosa contra el ACV. Factores de riesgo como la hipertensión arterial, diabetes, colesterol elevado, sobrepeso y obesidad deben ser controlados. La doctora Yasmín Tenaglia, médica de familia y geriatra del Hospital Italiano subrayó anteriormente a Infobae “la importancia de mantener la presión arterial, glucemia y niveles de colesterol en rangos saludables”.
La especialista del Hospital Italiano advirtió, además, que conocer los síntomas de un ACV “es vital, porque la detección precoz permite realizar una consulta rápida en el hospital y así tener la opción de recibir algunos tratamientos que puedan reducir las secuelas”.
En tanto, la actividad física regular y una dieta equilibrada son esenciales para reducir el riesgo de un ACV. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda 30 minutos de ejercicio diario o 150 minutos semanales. La alimentación también juega un papel crucial: las sugerencias indican que la mitad del plato debe estar compuesta por verduras, un cuarto por proteínas y el otro cuarto por harinas o legumbres.
¿Cuáles son los factores de riesgo de ACV?
El doctor Andersson añadió que algunos de los principales factores de riesgo son la edad avanzada, enfermedades cardíacas, tabaquismo y alcoholismo, entre otros. A su vez, la fibrilación auricular, una arritmia cardíaca común, puede aumentar significativamente el riesgo de ACV. En ese marco, es esencial estar informado y realizar chequeos médicos regulares para identificar y controlar estos factores. Además, antecedentes familiares, el consumo de drogas recreativas, trastornos de la coagulación sanguínea y enfermedades autoinmunitarias también pueden aumentar el riesgo.
Tipos de ACV.
Existen dos categorías principales de ACV: isquémico y hemorrágico. El primero ocurre cuando se obstruye una arteria, impidiendo la circulación sanguínea. En tanto, el segundo resulta de la ruptura de una arteria, causando sangrado en el cerebro. Ambos tipos tienen causas, síntomas y tratamientos distintos, pero comparten la misma urgencia en cuanto a atención médica. Es vital diferenciar entre ambos para brindar el tratamiento adecuado.
Tratamiento y rehabilitación: el tratamiento del ACV busca restablecer el flujo sanguíneo en el caso de los isquémicos y controlar el sangrado en los hemorrágicos. Los medicamentos anticoagulantes, como la aspirina, pueden ser útiles para prevenir coágulos en personas con riesgo de ACV isquémico. En el caso de un ACV hemorrágico, la cirugía puede ser necesaria para aliviar la presión en el cerebro o detener el sangrado. Posteriormente, la rehabilitación es esencial para ayudar al paciente a recuperar funciones y lograr una vida lo más independiente posible. La terapia física, ocupacional y del habla son componentes clave de este proceso.
Qué hacer ante un caso de ACV
Ante la sospecha de un ACV, es vital buscar atención médica inmediata. Un simple test puede ayudar: pedir a la persona que sonría, levante ambos brazos y repita una frase simple. Si muestra dificultades, es esencial llamar a emergencias. La rapidez en la atención puede ser determinante en la recuperación del paciente. Además, es fundamental informar al personal médico sobre cualquier medicamento que esté tomando el paciente y sobre cualquier condición médica preexistente.
fuente: infobae