Un historiador contó ante Radio Rafaela la verdadera historia: ¿son túneles masones? ¿o de dónde salieron?
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Después del reciente hallazgo de una red subterránea en San Carlos, el Archivo Histórico "Roberto Lance" de San Jerónimo del Sauce publicó un documento que esclarece un malentendido histórico sobre los supuestos ataques indígenas en la zona que en realidad nuca ocurrieron.
Rubén Donnet, historiador de San Carlos Centro, explicó -ante Radio Rafaela- el descubrimiento de unos antiguos sótanos que, aunque “tienen la forma de túneles”, en realidad no cumplen esa función.
“Fueron construidos con la función de ser sótanos. No son túneles en el sentido de que comunican distintos lugares de la ciudad, como se ha creído en el imaginario popular durante muchísimas décadas”, aclaró el historiador.
De acuerdo al historiador, esta idea popular se originó en los años sesenta, cuando “se descubrió un pasadizo que cruzaba una calle”, según cuenta Donnet. Este había sido construido por un hotelero local, quien “había hecho construir un pequeño camino” para trasladarse entre su hotel y su depósito sin mojarse. Sin embargo, este tipo de pasadizos es una excepción en el pueblo.
El hallazgo reciente de un sótano generó gran curiosidad, especialmente para los nuevos propietarios, quienes no sabían de su existencia. Sin embargo, Rubén afirmó que “mucha gente del pueblo sabíamos de que allí había un sótano, porque hace alrededor de 45 años ya había sido abierto”. En esa oportunidad, en uno de los tramos del sótano se encontraron antiguos frascos de vidrio de una farmacia, que algunos vecinos conservan como recuerdo.
¿Y para qué construyeron los sótanos?
El historiador señaló que estos sótanos obedecían a una razón práctica: las grandes construcciones de la época demandaban enormes cantidades de ladrillos, difíciles de transportar en aquellos tiempos.
“Los albañiles y constructores de la época, generalmente italianos y franceses, generaban un foso, utilizaban la tierra para construir los ladrillos en el mismo lugar”, comentó. Así, además, creaban “un gran espacio muy fresco” que podía utilizarse “para conservar alimentos y generalmente para funciones de depósito”.
Además, la profundidad del agua subterránea en aquellos tiempos permitía que estos espacios fueran aptos para almacenar. “La napa en esa época estaba alrededor de 9 metros o más. No es como ahora que ha llegado a estar en algunos sótanos como el que está debajo de la casa de mi mamá a 30 centímetros del techo de la bóveda”, agregó Donnet, quien detalló que algunos sótanos también se usaban como lugares de recreo y almacenes para carpinterías.
Estos espacios, indicó, eran esenciales en una época sin electricidad, y varios -en las últimas décadas- “se usaban para timba” o como almacenes de bebidas, aprovechando el fresco de las bóvedas.