Una gran colonia de esta especie habita por estos días el emblemático espejo de agua de la ciudad. Llegan en busca de alimentos
La laguna Setúbal tiene poca agua. El nuevo descenso del río Paraná, su principal afluente, deja a la vista los grandes manchones de limos y arcillas del suelo lagunar. Pasó fugaz el repunte del verano anterior. El escenario ahora es similar al de la época de la pandemia. Con la bajante volvieron ellos los flamencos rosados.
La colonia, que habita comúnmente otros humedales como la laguna Añapiré de Campo Andino, voló por estos días desde el norte hasta Santa Fe. Los fenicoptéridos vienen en busca de alimentos.
El sector de la Setúbal a donde más se los ve hoy es a la altura del Monte Zapatero, entre la vieja Playa Norte y El Chaquito. También están en los bañados sobre Colastiné y donde nace la laguna. Todos estos sectores están alejados de la urbe y el ruido. Aunque en ocasiones también se animan a acercarse a las orillas de la Costanera.
Los flamencos posan sus esbeltas patas sobre la arcilla húmeda y recorren el suelo con su pico. Más tarde perdurará efímera su huella dibujada en círculos sobre el limo, hasta que el río crezca y se lave o se esconda bajo el agua. Son suaves los movimientos con los que remueven el suelo en busca de alimentos. Se los puede apreciar a lo lejos desde la Costanera. Ese particular tono rosado se funde con el horizonte del atardecer rojizo en la primavera santafesina.
El bajo nivel de agua deja al descubierto gran parte del suelo de la laguna, que tiene altos contenidos de sales. Estas sales son aportadas principalmente por uno de los dos afluentes, el río Saladillo. “Las concentración de sales son la clave para la presencia de los flamencos ya que estimulan el crecimiento de microorganismos, que son su alimento”, dice la bióloga Caterina Barison (UNL), especialista en flamencos.
En busca de alimentos
Los picos remueven lentamente la greda, recolectan y dibujan esos círculos. Las aves llevan a cabo su labor con descuido. Al haber poca agua en la laguna no llegan las lanchas, no llega el humano. “Nada los perturba, pueden habitar el lugar sin riesgos”, dice Barison.
“La laguna Añapiré está seca, esa podría ser una explicación de por que se verían obligados a venir para acá”, intenta una explicación la especialista. Además, “quizá están encontrando un ambiente tranquilo, sin perturbaciones”.
“En estos momentos hay otra colonia muy grande de flamencos rosados en Miramar, Mar Chiquita”, señala la bióloga. “Esto ocurre quizá porque muchos de los humedales que suelen frecuentar en Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba, están sin agua. Entonces están concentrados en pocos lugares. No tenemos registros más que la información que nos vamos suministrando entre los investigadores y, sobre todo, de parte de los lugareños de cada región. Así que me animo a pensar que la sequía los está concentrando en estos pocos lugares”, indicó.
Por último, Barison enfatizó sobre “la necesidad de respetar a los flamencos en su hábitat” y “promover el cuidado, con responsabilidad, en las playas”, para protegerlos. Es que si una persona intenta acercarse a los flamencos levantan vuelo para tomar distancia. Y esa acción es la que los termina estresando.
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