La medida, impulsada por la administración del presidente Emmanuel Macron, tiene lugar en medio de preparativos intensivos para los Juegos Olímpicos, que se celebrarán en la capital francesa el próximo mes. La Villa Olímpica se encuentra en uno de los suburbios más humildes de París, donde miles de personas viven en campamentos callejeros, refugios o edificios abandonados.
En un movimiento controvertido y enérgico, el gobierno de Francia ha comenzado a trasladar a miles de migrantes sin hogar de París a otras ciudades del país, prometiéndoles alojamiento y mejores condiciones de vida.
En el último año, la Policía, con la anuencia de la Justicia francesa, desalojaron a unas 5000 personas, principalmente hombres solteros. Se desprende esta cifra de las declaraciones de Christophe Noël du Payrat, alto funcionario del gobierno de París.
Sin embargo, para muchos de ellos, esta promesa que efectuó la administración del presidente Macron se ha transformado en una actualidad que está lejos de lo prometido y pasan por momentos de incertidumbre y desesperación. Los funcionarios municipales han estado animando a los migrantes a subir a micros de larga distancia con destino a ciudades como Lyon o Marsella, bajo la premisa de un nuevo comienzo.
“Nos expulsaron a causa de los Juegos Olímpicos”, contó Mohamed Ibrahim, en diálogo con New York Times, quien fue desalojado de una fábrica de cemento abandonada cerca de la Villa Olímpica. El hombre en cuestión fue trasladado a un edificio vacío al sur de París, del cual la Policía desalojó a los residentes en abril. Posteriormente, un micro de larga distancia lo llevó dos horas al suroeste, a un pueblo a las afueras de Orleans.
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“Te dan un billete al azar”, explicó Oumar Alamine, de la República Centroafricana, quien iba en el mismo micro: “Si es un billete a Orleans, vas a Orleans”. A pesar de las promesas de alojamiento y ayuda social, muchos migrantes se han encontrado en situaciones de precariedad, viviendo en las calles de ciudades desconocidas, o enfrentándose a una eventual deportación. Incluso el programa gubernamental que los selecciona para un posible asilo ha sido interpretado por muchos como una antesala a la expulsión.
“Nos prometieron vivienda y ayuda social”, sostuvo Yussuf Ahmed, un sudanés que trabaja limpiando aviones en el aeropuerto Charles de Gaulle. Sin embargo, Ahmed y otros migrantes se encontraron en albergues temporales, sin acceso a los recursos prometidos y enfrentando la posibilidad de ser deportados.
"El albergue de Orleans está situado en las afueras de la ciudad, en un hotel gris de tres plantas. Al llegar, no encontramos ni personal ni asistentes sociales. Las habitaciones eran pequeñas, con dos camas individuales una al lado de la otra. Los hombres que conocimos habían dejado sus trabajos en París con la esperanza de encontrar alojamiento a largo plazo y servicios sociales", sostuvieron desde el New York Times.
Después de unas semanas, a los migrantes se les informó que debían abandonar el albergue, ya que no había capacidad para alojarlos a largo plazo. Ahmed, desesperado por conservar su trabajo en el aeropuerto, regresó a París, solo para encontrar su antiguo refugio bloqueado y custodiado por guardias de seguridad. Actualmente ha encontrado otro edificio abandonado para vivir, pero su situación sigue siendo incierta(Doble Amarilla)