El Castillo de Dionisio está en Santa Veracruz, en la región de la llamada Costa Riojana y fue construido a mano por una sola persona, la gran obra de su vida
Castillo o palacio
Sobre los mapas y en toda la Costa Riojana, se lo menciona como Castillo de Dionisio. Este nombre, por más mitológico que sea, no fue de ningún rey; y en lugar de torres tiene símbolos de espiritualidades orientales. “Dionisio Aizcorbe recorrió el país entero antes de instalarse ahí. Buscaba un lugar con una energía particular y lo encontró en medio de las sierras riojanas”.
Quién habla es Pedro Fernández, el actual propietario del edificio. Él también llegó a la Costa en busca de algo distinto. Y como Dionisio, quedó atrapado por la magia de aquel rincón serrano. “Los dos estamos vinculados con el castillo por medio de la magia del lugar, pero también por medio de historias de amor que no tuvieron el final deseado. Por eso digo que este castillo no lo es de verdad, porque sigue esperando a su princesa… “.
A decir verdad, no lo es tampoco por su aspecto. Y los vecinos le dieron ese nombre porque no supieron darle otro. Aizcorbe lo llamaba el Anzuelo, porque su curiosidad atraía a la gente y él rompía su monotonía de ermitaño para charlar con sus visitantes. ¿Cómo calificaría un arquitecto a tal construcción, que no tiene comparación en el mundo? Pedro Fernández prefiere hablar de influencias gaudianas y es cierto que la fluidez de las formas recuerda en algo al maestro catalán. Los europeos que lo visitan lo asocian también con el Arte Bruto, la corriente identificada como tal por Jean Dubuffet y originada por personas que no tuvieron nunca una formación artística. Los suizos Soutter y Wölfli, los franceses Chaissac, Cheval o Isidore, el ítalo-norteamericano Rodia y muchos otros fascinaron a los surrealistas y terminaron por entrar en la historia del arte del siglo XX. La obra maestra del género es sin lugar a duda el Palacio Ideal, construido piedra por piedra por un cartero desde 1879 a 1912, con cantos rodados que recolectaba por los caminos, a lo largo de su gira diaria para entregar cartas en una remota zona rural del sureste de Francia. El castillo construido por Dionisio Aizcorbe tiene cierto lejano parentesco con el palacio de Cheval, aunque ambos tuvieron motivos e inspiraciones notablemente diferentes.
No muy lejos está Santa Veracruz, un puñado de casas bajas a lo largo de una ruta que parece querer abrirse paso en medio de la sierra. Luego de pasar delante de la pequeña capilla y de una plaza aún más modesta, el camino lleva hasta el lugar menos pensado de toda la Argentina: el Castillo de Dionisio. Se trata en realidad de una curiosidad arquitectónica única en el país y en el mundo, salida sin filtros de la imaginación de un ermitaño soñador.
Historias de amor
Dionisio era santafesino y llevó una vida de comerciante errante, vendiendo muebles por el centro del país. Sus andanzas lo llevaron hasta los pueblitos de la costa. Fernández llegó allí durante su segunda luna de miel. “Venía del norte del país y me alojé en una hostería de Sanagasta de cuya concesión me hice cargo más tarde; en tres años la convertí en la mejor de la provincia y la única que tenía un casino en La Rioja”.
darle a su obra. No vendo regionales, no organizo visitas guiadas, no ofrezco hospedaje. Solo me limito a mostrar al mundo una obra única”.