En exclusiva, la modelo habla de la separación de su ex marido, Claudio Contardi, de las situaciones de violencia familiar, los maltratos e insultos que soportó durante años. “Ya estás vieja, vos qué vas a hacer sin mí... si no servís para nada”, recuerda que él le gritaba.
Son casi las nueve de la noche del jueves 17 de octubre cuando Julieta Prandi (38) baja de su departamento. Propone ir a un bar porque no quiere hablar delante de sus dos hijos: Mateo (8) y Roco (4). No es un día cualquiera para ella: más temprano tenía una de las audiencias de un proceso judicial contra su ex marido y padre de sus hijos, Claudio Contardi (51), a quien denunció el pasado 9 de octubre por violencia familiar, con intervención del Juzgado de Familia Nº 3 de San Isidro. Sin embargo, su ex no se presentó.
Fue el día también en que se supo en los medios lo que ella estaba viviendo. Sin embargo, recién ahora decide hablar en exclusiva con Infobae. Lo hace no sin miedo, no sin angustia, pero aferrada a que contar es la única manera de terminar con el miedo.
-¿Por qué la denuncia por violencia familiar?
-Hace más o menos una semana mi hijo Mateo me cuenta que hay una mujer viviendo en mi casa, en la casa que es mía y de mi ex, nuestra. Él se quedó en esa casa cuando me fui en febrero y esta mujer -Cynthia- resulta que vive ahí desde el mes de marzo. Es su pareja, pero a Mateo lo hacían decirme que era la niñera. Además, ella tiene una nena de doce años que comparte habitación con Mateo. Hay cuatro habitaciones en la casa, pueden tener un cuarto cada uno en el peor de los casos, pero los hacen compartir.
-¿Sabés por qué?
-No. Y le juntan las camas. No es la hermana. Mateo tiene ocho, la nena tiene doce años. A mí me preocupa. No sé para qué la nena junta las camas ni por qué tendría que compartir habitación. Y al más chiquito lo hacen dormir en la matrimonial, entre Claudio y Cynthia. Todo esto pasa desde marzo. Yo me fui el 15 de febrero de mi casa.
-En la denuncia detallás que tu ex marido le pide a tus hijos que te llamen de determinada manera...
-Mi ex se refiere a mi como “la yegua”, “la putita” o “la tilinga”. Y así hace que Mateo me llame. Cuando yo lo llamo por teléfono a mi hijo para tener comunicación con él, el padre está supervisando esas conversaciones, está delante de él. Le dice cuándo tiene que cortar, lo que tiene que decir, tiene prohibido decirme que me quiere o que me extraña.
-¿Y cuando está con vos?
-Cuando está conmigo se deshace en halagos para el padre por teléfono. Empezó a jugar este juego de hacer lo que siente que complace a su papá porque le tiene miedo. Después, en otro juego macabro, el padre le estaba enseñando que si algún día le tocara hablar con el juez, él tenía que decir que yo le pego. Me enteré de todo esto hace una semana más o menos. Por eso hice la denuncia de violencia familiar.
-¿Cómo fue escuchar todo eso?
-Cuando mi hijo me cuenta todo esto yo decido hablar con el juez para suspender por lo menos el hecho de que se quedara a dormir en lo de su papá hasta que esto se esclarezca. Y Mateo me dijo: “Pero si vos le decís al juez, mi papá se va a enterar de que yo te conté. Yo tengo miedo de lo que me va a hacer mi papá”. Mateo tiene terror a la respuesta del padre.
-¿Qué decidió el juez?
-Primero se declaró una perimetral: ni mi ex ni yo podemos acercarnos a menos de cien metros uno del otro. También suspendió la pernoctada. Por lo tanto, yo le tenía que entregar a los nenes a las once de la mañana con una tercera persona y él tenía que mandar a una tercera persona a buscar a mis hijos. ¿A quién mandó la primera vez? Mandó a Cynthia.
-¿Vos la conocías? ¿Ya sabías de la existencia de Cynthia?
-No la conocía. A ver... en marzo, abril, mayo, junio, cuando salía el nombre Cynthia, Mateo me decía: “es la niñera”. Pero después me contó que la conoció el año pasado, cuando nosotros todavía vivíamos juntos.
-¿Cuándo te separaste?
-Me fui en febrero del 2019. Todo el 2018 vivimos bajo el mismo techo con un montón de artimañas que él utilizó para retenerme. La primera era el diálogo, “pensalo”, no sé qué... La segunda fue la amenaza: “Me voy a matar si terminamos”. La tercera fue: “Esto fue una estafa de tu parte, un acto premeditado. Vos sabías que te querías separar y por eso esperaste a mudarnos”. Pasamos por todos los procesos. En un momento jugó con su salud diciendo que tenía un problema en el estómago, me hizo creer que tenía una enfermedad grave. A mitad de año, cuando ya vio que no había vuelta atrás y que mi decisión era una decisión tomada, llegamos a hablar de la parte económica. Le dije: “Yo no tengo a dónde irme, esta es nuestra casa”.
-¿Esa casa la compraron juntos?
-Juntos, igual que la de Escobar, que todavía la tenemos. Y me dijo: “Yo de acá no me voy, y te vas a ir sola y sin los nenes... Si te separás yo me quedo con los nenes”. Después me dijo: “Si alquilo Escobar, te alquilo algo a vos”. Escobar es nuestra casa donde vivíamos antes, en septiembre. Y yo me quedé esperando que alquilara Escobar sin saber que ya la había alquilado y que había cobrado todo por adelantado.
-¿Cómo empezó todo esto?
-Estábamos juntos desde el 2008. Él tiene un primer hijo de un matrimonio anterior, que se llama Ezequiel. Ezequiel en ese momento estaba terminando la secundaria y se quería ir a vivir con su papá. Venía tanto a dormir a mi casa que terminamos viviendo los tres. Yo en ese momento alquilaba. En 2009, 2010, me compré mi departamento, en Libertador y Congreso.
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-¿Primer departamento?
-Sí. Me compro mi primer departamento y nos vamos ahí a vivir. Entonces quedo embarazada de Mateo. Al tiempito mi ex me dice: “¿Qué te parece si compramos algo más grande y en vez de darme tu 50 % en efectivo, ponemos tu departamento…?”. O sea, que yo le daba mi departamento como parte de ese pago, él ponía la otra parte y comprábamos uno más grande. Me pareció bien. Al tiempo me dice: “Yo siempre le quise regalar a Ezequiel un departamento. En vez de comprarle uno, le pongo este a su nombre y después compensamos con el otro”. Y hace toda una compra-venta que no fue una compra-venta porque jamás me dio un peso. Hoy la casa es de Ezequiel que vive en ese departamento. Tengo la escritura que lo prueba. Y entonces compramos un departamento en Deheza y Libertador, frente a la ESMA, y cuando lo escrituró, lo puso a nombre de él y de su mamá. Nos casamos seis meses después de eso.
-¿Y vos por qué dejaste que no lo pusieran a tu nombre también?
-No me di cuenta de que me estaba sacando mi casa y que la nueva la estaba poniendo a su nombre. No me di cuenta de la jugada que me hizo hasta que me asesoré con mi abogada y supe que ni Libertador ni Deheza me quedaron a mí… Claro, yo estaba embarazada, yo estaba por parir. En ese momento estaba enamorada, confiaba ciegamente. Ya te digo, él tenía un poder para cobrar mis cosas. No estaba pensando en la ventaja económica. Ese departamento existe, pero está a nombre de él y de su mamá, y mi casa está a nombre de su hijo Ezequiel.
-¿Cuánto tiempo después te diste cuenta de esto?
-Cuando me quise separar.
-Hace menos de un año.
-Sí.
Durante años, cuenta la modelo, sus remuneraciones por los trabajos que hacía se las entregaban a su entonces marido. Julieta cuenta que Contardi contaba con un poder especial que ella le había dado para manejar la cuenta bancaria donde depositaba el dinero por sus trabajos. “Eso me trajo graves problemas económicos”, dice. Ya asesorada, en diciembre hizo que ese poder cesara.
-¿Cuándo empezó a estar mal la relación? ¿Cómo fue esa relación?
-Yo creo que hace más de tres o cuatro años. Ya con el embarazo de Roco yo estaba más o menos y él siempre fue una persona muy celosa, muy controladora, muy posesiva. No me dejaba actuar. Era una persona que me llevaba y me traía, no me dejaba manejar, controlaba mis tiempos, controlaba mis horarios.
-¿A vos te gustaba eso?
-No, cada vez era peor, y eso hacía que permanentemente rozáramos. Hasta que me llevó a vivir a Escobar y mi casa se terminó de convertir en mi cárcel. Nunca quiso que yo manejara: que en la Panamericana se mata mucha gente, que el bebé, que no sé qué. Cuestión que Julieta no maneja, Julieta no sale, y ahí estamos dos años: 2016 y 2017. Finalmente lo convenzo de volver a comprar una casa en Martínez.
-¿Cómo recordás esos días?
-Yo ya no era más feliz, mucho menos con él. La verdad es que la relación estaba completamente muerta para mí, él era mi carcelero… En un momento pensé en continuarlo por los nenes, pero ¿cuánto tiempo podés resignarte a vivir de esa manera cuando no estás contento con absolutamente nada? ¿Cuánto tiempo? En 2017 compramos la casa de Martínez y nos quedaron esas dos propiedades: Escobar y Martínez.
-¿Cómo siguió todo?
-Cuando nos mudamos yo le dije que me quería separar. ¿Lo pensé antes? Sí, lo pensé antes, pero yo sabía que si se lo decía antes iba a quedar allá varada en la casa de Escobar. Esa es la realidad. En diciembre del 2018 yo ya había iniciado los trámites de divorcio. Ahí pasó algo definitorio.
El relato de este evento es complejo de explicar. Julieta tenía un trabajo en Uruguay durante el fin de semana. El viernes, estando en su casa con su hijo y Lorena (una especie de niñera), le desaparece la billetera con todos sus documentos. Su pasaporte tampoco lo tenía porque se lo había llevado su ex marido a una embajada para hacer un visado (o al menos es lo que cuenta ella que le dijo Contardi). Sin ninguno de sus documentos, no podía viajar a trabajar. Al día siguiente decide irse igual, haciendo el trámite express de documento en el aeropuerto. Su ex marido la encara: “No podés irte, yo no me voy a quedar con los nenes”. Y no la deja ir. Julieta se queda.
Al día siguiente desaparece su teléfono. “Estaba desayunando y escucho que me dice ‘me voy a la farmacia con los nenes’. Cuando bajo, no estaban ni él, ni los nenes, ni mi teléfono. Yo estaba en pijama. Salí a la calle, me fui a un locutorio en la estación de Martínez y lo llamo por teléfono. Le digo que vuelva con mi teléfono urgente. Me dice que estoy loca. Entonces regresa a casa con los nenes y yo estallo: ‘¡Que aparezca mi teléfono porque van a ir todos presos!’. Entonces Mateo dice: ‘Papá, ¿por qué mamá dice que vamos a ir todos presos?’, y se larga a llorar. Entonces yo le expliqué a Mateo que no me refería a él sino a Claudio y a Lorena por lo que me habían hecho…”, cuenta Julieta. Mientras, su ex marido empezó a filmar a su hijo mientras lloraba y preguntaba eso.
El teléfono de Julieta apareció a las pocas horas metido en el freezer, escondido abajo de las carnes y completamente inutilizado.
Fue de algún modo la gota que rebalsó el vaso. ¿Quién es realmente Lorena? Para Julieta ella es otra figura clave en esta trama: amiga de Claudio Contardi, cuidaba muchas veces a los chicos y en un momento se quedó a vivir con la familia como niñera. Al tiempo le hizo un juicio laboral a Julieta en el que le pidió más de un millón de pesos. Con el juicio en marcha, ella seguía viviendo junto a la familia, como una protegida de Claudio, y en ese contexto se dio esta situación del robo de la billetera primero y de la desaparición del teléfono después.
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-¿Vos ya sabías que te separabas en ese momento?
-Sí, pero él no me dejaba decírselo a los nenes. Por distintas cuestiones estuve ahí hasta el 15 de febrero, que pude irme de mi casa. ¿Por qué te conté este episodio del teléfono? Porque cuando le pregunté a Mateo el lunes pasado cuándo conoció a Cynthia, me dijo que el 28 de diciembre. “¿Cómo el 28 de diciembre? Si ese día fue el día que me faltó la billetera”, le dije. “Sí, mamá. Papá me llevó a jugar al bowling y me presentó a Cynthia como mi futura niñera”. Fueron a comer juntos y Cynthia le dio la idea a Claudio de que me tenía que sacar la billetera a mí para que no viajara. La semana pasada me enteré de esto, me lo contó Mateo porque él los escuchó hablar de cómo hacerlo.
-¿Con vos él siempre fue así?
-Él me decía que sin él no iba a poder: "Ya estás vieja, vos qué vas a hacer sin mí... si no servís para nada”, me gritaba. En el último tiempo, cuando discutíamos, me llegó a decir que si fuese un hombre, no me hubiese dejado un solo hueso sano. Y el último día yo desesperada le dije: “Vos sos un hijo de puta y nunca me voy a olvidar lo que me dijiste”, y él me respondió que yo no iba a cumplir más años, que iba a recibir una corona. Esa fue como la frase que terminó de aterrarme y que está en mi demanda de divorcio.
-¿Alguna vez fue violento físicamente?
-Nunca me llegó a pegar. Me gritaba pegado a mi cara... En enero tenía que ir a Pinamar porque tenía un desfile y me tuvieron que mandar un remise porque él quería que yo fuese y volviese en el mismo día. Tuve que ir en remise, desfilar y volver porque él no quería que me quedara a dormir allá. Al principio ni así quería que fuera. Yo le dije que iba a ir igual y él seguía con el insulto, con la agresión, la locura. En un momento me encierro en el baño y me sigue gritando afuera, empieza a patear la puerta y la rompe a patadas. Mis hijos estaban allí escuchando todo. Entonces pensé que lo mejor era volverme, porque tuve miedo por mis hijos. Él había roto la puerta a patadas, todo era muy violento...
-¿Y vos adentro del baño asustada, imagino?
-Gritando, llorando, hablando con mi abogada. Hasta le saqué una foto a la puerta del baño para mostrarle a mi abogada lo que estaba pasando.
-¿Y te fuiste a trabajar? ¿Cómo desfilás en ese estado?
-Todo me parecía una locura. Encima llegar y tener que desmentir rumores de separación a los medios, cuando yo estaba temiendo por mi vida.
-¿Tuviste que hablar con la prensa?
-Estaba lleno de periodistas y me preguntaban por eso, por los rumores de separación, pero yo no dije nada en ese momento.
Ya en febrero de este año, Julieta toma la decisión de irse. Habla con la abogada de Contardi para poder llevarse sus efectos personales de la casa familiar, la ropa y las cosas de sus hijos. Ya su ex marido le había dicho que ella era la que tenía que irse si quería la separación. “Tuve que alquilar y él no me facilitó las escrituras de nuestras casas como garantía para poder alquilar este departamento”. La modelo tuvo que pedir un préstamo para poder comprar los muebles para el departamento donde vive hoy con sus hijos.
-¿Cuándo fue que empezaste a darte cuenta de lo que habías vivido?
-Cuando me vine a vivir sola, me traje a los nenes… Tuve que alquilarme algo y amueblarlo todo.
-¿Nunca te ayudó?
-Él no quiso pagar… No paga todavía la cuota de alimentos que fijó la justicia, está notificado por el juez desde marzo. No paga la prepaga, la tarjeta de las cosas para los chicos, el colegio... De hecho, me llegó a decir que mande a los nenes a un colegio público, que los saque del privado…
-¿Cómo ves a tus hijos hoy?
-Yo a Mateo lo veo hoy y me veo a mi el año pasado: asustada, angustiada, con miedo, siendo un títere de alguien. Así viví mucho tiempo. Y hoy siento que es Mateo la víctima. Cuando yo estaba en mi casa y entraba él, me faltaba el aire. Siento que eso está pasando Mateo. Yo ya tuve miedo por mí, pero hoy no. Hoy tengo miedo por mis hijos.
Fotos: Maximiliano Vernazza / Fuente: Infobae